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Chile y la rivalidad por el dominio del Pacífico otra vez

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Fecha Publicación: 20/07/2024 - 21:10
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La historia se repite. El reciente anuncio chileno del futuro puerto exterior de San Antonio, que según las declaraciones del propio presidente, Gabriel Borich, lo convertirá en el mayor hub portuario de Sudamérica, es una abierta respuesta ante la inminente inauguración del megapuerto de Chancay, que sí lo será, convirtiéndose, sin discusión en la nueva meca portuaria del Pacífico.

Así, entonces, la rivalidad por el dominio del Pacífico entre Chile y el Perú, hay que decirlo, se ha debido, sin discusión, a las falencias y menoscabos geográficos y, por tanto, intrínsecamente geopolíticos, del primero sobre el segundo.

De allí que, en el siglo XIX, cuando se estrenaron como Estados independientes, la preocupación sureña fue por la expansión y el dominio territorial, y hoy, en pleno siglo XXI, por el liderazgo económico.

Por tanto, las palabras del mandatario chileno desnudan una deliberada, ansiosa e imperiosa actitud de competencia surgida de las entrañas chilenas de reconocerse con realismo –esa sí es una virtud chilena– en desventaja respecto del Perú, y lo digo desde la academia, sin otro propósito que solo contribuir a explicar las vinculaciones relativas al poder entre ambos países, dominados por los recelos propios de la coexistencia y que vimos materializada en la guerra que Chile nos declaró en 1879, y que sin duda, ya dimos la vuelta a la página cuando solucionamos de manera pacífica nuestra última diferencia de fronteras, la marítima, en la Corte Internacional Justicia en 2014, con un fallo que nos dio la victoria de iure, es decir, del derecho.

Quisiera desarrollar un poco más todo lo anterior. En el siglo XIX, una vez que Chile alcanzó su independencia en 1818 –antes que Perú (1821)–, y concretarse la consolidación de su estabilidad política que le permitió su despegue comercial internacional, acercándose como ningún otro país de Sudamérica a Inglaterra, convertida durante esa centuria en hegemón del mundo –Londres vivía la denominada Era Victoriana–, apenas surgida la Confederación Perú-boliviana con Andrés de Santa Cruz a la cabeza, la casta político-militar chilena vio la amenaza que significaba la referida Confederación, y mirándose al espejo con el realismo político que nosotros nunca hicimos –nacieron como república en el pequeño territorio que contaban durante el virreinato en la limitada condición política de Capitanía General–, decidió acabarla a cualquier precio, lo que hizo con sus expediciones presididas por el general Manuel Bulnes conforme el trazo territorial prospectivo de Estado que había dejado Diego Portales, el arquitecto geopolítico del expansionismo chileno, que había advertido la referida amenaza de la Confederación para el destino de Chile como Estado y nación.

Chile logró sus objetivos sin perturbación porque el proyecto fue asumido como política de Estado, incorporando Atacama (Bolivia) y Tarapacá y Arica (Perú). En el siglo XXI, la aparición de Chancay, hoy prácticamente una realidad, y la posibilidad de contar otro en análogas o mayores cualidades portuarias en Corio, Arequipa, es evidente que ha remecido a la cualidad marítima y portuaria chilena, arrebatándole la supremacía en el comercio marítimo en pleno siglo del auge de la Cuenca del Pacífico.

Nuestra ubicación geográfica, mirando el continente asiático –desde Chancay es evidente que la ruta hacia los puertos y mercados asiáticos será más corta y menos costosa que desde cualquier punto de Chile–, y nuestras bondades geopolíticas –Brasil sabe muy bien que Perú siempre será más rentable para salir al Pacífico–, nos vuelven en el espacio portuario más dinámico y comercialmente explosivo que registre la costa pacífica de las Américas lo que hasta estaría remeciendo a Panamá.

Chile va con todo a hacer realidad su referido mega puerto exterior de San Antonio previéndolo para el 2036, que está a la vuelta de la esquina. Lo harán porque de lo contrario no serán competitivos y eso los inquieta como en el siglo XIX. No nos preocupemos por San Antonio, sino porque Chancay sea, pisando tierra, lo que hoy pretendemos.

(*) Excanciller del Perú e Internacionalista

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