China, migración y crimen: los frentes abiertos para Perú
Perú enfrenta un desafío geopolítico de gran magnitud ante la creciente presión de Estados Unidos, bajo la administración de Donald Trump y su secretario de Estado, Marco Rubio, que busca redefinir su influencia en América Latina. Frente al endurecimiento del control migratorio y el impulso de la lucha contra el crimen organizado por parte de Washington, la sólida presencia de China emerge como un socio comercial clave para Perú. La encrucijada diplomática ante la cual se halla el país exige una decisión: alinear su política exterior con Estados Unidos, asumiendo posibles tensiones comerciales con Pekín, o adoptar una postura ambigua que podría traducirse en represalias por parte de Washington.
Durante su gira por la región, Rubio ha sido enfático en la voluntad de Estados Unidos de presionar a sus aliados para que se alineen con sus intereses. Primero, ha delineado una agenda que incluye el control estratégico del comercio y la seguridad, evidenciando la intención de garantizar el tránsito libre de su Marina por el Canal de Panamá y limitar la influencia china en áreas críticas. Segundo, el fortalecimiento del control migratorio, reflejado en la deportación de más de 110 migrantes asiáticos a Panamá. Y tercero, una postura de cero tolerancia hacia el crimen organizado, evidenciada por la designación de los cárteles como “organizaciones terroristas”, lo cual podría intensificar los operativos de seguridad en la región.
La paradoja que enfrenta Perú no es trivial. Requiere de una hábil gestión diplomática, capaz de anticipar tendencias globales y posicionar al país de forma estratégica para navegar con éxito este complejo escenario internacional sin comprometer su soberanía o bienestar económico. Una estrategia clara debe priorizar tres frentes:
El control migratorio y de seguridad, para equilibrar la gestión de fronteras de manera que se respeten los compromisos regionales y se evite una subordinación total a Estados Unidos.
El manejo de la influencia china en América Latina, manteniendo un equilibrio entre el comercio con este gigante asiático y las relaciones políticas con Estados Unidos.
La lucha contra el crimen organizado, evaluando cómo la cooperación con Estados Unidos puede darse sin que ponga en riesgo la soberanía nacional.
Ante estas circunstancias, se espera un liderazgo peruano capaz de desplegar una visión estratégica, firmeza pragmática y habilidades negociadoras, cruciales para reducir la vulnerabilidad de Perú frente a las dinámicas de poder internacional. Más allá de adoptar una postura reactiva, se necesita una proyección proactiva que se apoye en un análisis profundo y a largo plazo de los intereses nacionales.
El ejercicio de la soberanía, la búsqueda de estabilidad económica, la garantía de la seguridad, la promoción de las inversiones y de la cooperación internacional se erigen como pilares fundamentales de nuestra política exterior. La visita de Marco Rubio no es un acontecimiento aislado, sino un recordatorio de la imperiosa necesidad de una gestión diplomática perceptiva y astuta ante un escenario internacional cada vez más desafiante y polarizado. La reconfiguración de la política global, marcada por las tensiones entre Estados Unidos y China, demanda de Perú una diplomacia activa y un liderazgo visionario, dispuesto a equilibrar alianzas sin menoscabar la soberanía nacional.
Ante estos retos, es muy importante que la opinión pública y los responsables de tomar decisiones permanezcan vigilantes y listos para actuar de manera informada y estratégica, asegurando el posicionamiento de Perú como un actor clave y respetado a nivel internacional.
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