China-Rusia y la alianza estratégica

El reciente encuentro de los presidentes de China, Xi Jinping, y Rusia, Vladimir Putin, en Beijing, capital del gigante asiático, confirma la alianza coyuntural entre ambos países. China y Rusia no son aliados entrañables sino de circunstancias, que es distinto. En otras palabras, no cuentan con las raíces históricas que, en cambio, conservan Estados Unidos y el Reino Unido. Durante la Guerra Fría (1945-1989), en que la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (U.R.S.S.) o simplemente Unión Soviética, era realmente uno de los dos hegemones del mundo –el otro, Estados Unidos, que por supuesto, sigue siéndolo–, Moscú no movió un solo dedo en favor de China porque sabía muy bien que su hegemonía en el marco geopolítico asiático no podía compartirla con ningún otro Estado y muchos menos con Rusia o con India, éste último en esa época todavía insignificante en la dimensión del poder planetario que hoy sigue ganando. Fue Estados Unidos el país que sacó a China de su hermética revolución de 1949, que fuera conducida por Mao Tse Tung, y que, promoviendo su salto cualitativo en el concierto del poder mundial, hizo un enroque corto posibilitando su ingreso en el Consejo de Seguridad de la ONU, cuyo asiento lo tenía Taiwán, convertido en piedra en el zapato para China, conforme a los planes de Washington. Puesto a un costado el régimen de Taipei –la denominada isla rebelde conducida por Chiang Kai-shek, el dolor de cabeza de Mao–, para Washington el ingreso de China en el Consejo significó el empoderamiento de Beijing en el sistema asiático que nada gustó al Kremlin, que se había quedado absorto ante la magistral movida estadounidense planeada durante el viaje secreto de Henry Kissinger a China luego de que fuera decidida por Richard Nixon, el presidente estadounidense que comprendió como ningún otro en la segunda mitad del siglo XX, acerca del valor de la geopolítica en las proyecciones internacionales de un Estado, y que por nuestros lares no vemos en nuestros gobernantes que no tienen una idea cabal de lo será Chancay para los intereses nacionales y que acabo de explicar desde mi visión y a su pedido, a una reciente delegación china de visita por Lima. Desde que China alcanzó su nueva posición mundial de la mano de Deng Xiaoping, solamente ha sabido crecer apoyado en la propia ciclicidad del poder, que le ha permitido sin discusión sobrepasar a Rusia, cada vez más dependiente de China. El viaje de Putin a Beijing en visita de Estado y su encuentro con Xi Jinping, entonces, confirma que Washington es el rival planetario sobre el cual deben fijar su mirada dual. China y Rusia saben que, en estos momentos de su vida internacional, la única manera de enfrentar a la Casa Blanca, es actuando juntos y de la mano. La foto de ayer de ambos mandatarios en el denominado Gran Palacio del Pueblo de Beijing, busca específicamente disuadir a Washington política y económicamente y nada más que eso –aunque la cuota de Rusia en la referida disuasión sea fundamentalmente militar y no precisamente respecto de Estados Unidos, sino fijamente apuntalada sobre sus aliados, los miembros de la OTAN–, y obviamente sobre Ucrania, a la que sigue diezmando en las últimas semanas al ganar espacios territoriales claves como Jarkov, en la guerra que mantienen desde 2022. Para China resultará alentadora la foto de ambos mandatarios, luego que Washington decidiera ajustar a Beijing con el aumento de aranceles sobre los bienes que produce. Nada de lo que sucede en el mundo es producto de la casualidad. China y Rusia se necesitan mutuamente. El primero con su disuasión económica cada vez que sigue conquistando más puertos en el globo en su objetivo comercial planetario y el segundo recordando que cuenta con armas nucleares que intranquiliza a los países amigos de Washington, que no cuentan esa dimensión militar. Así es el poder mundial y así son las alianzas que se tejen para ganarlo o mantenerlo.

Excanciller del Perú e Internacionalista

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