Choque irreversible
Como los desaguisados gubernamentales se han vuelto cotidianos y vertiginosos –hay enorme polémica por saber si son deliberados y provocadores, o simplemente responden a la orfandad intelectual del presidente Pedro Castillo y su identidad con lo mediocre u oscuro– pasó muy rápido el proyecto de la inminente liberación de Antauro Humala. Tema sobre el cual, el ahora presidente del Consejo de Ministros y entonces titular de la cartera de Justicia hizo mofa ante la prensa sin negar rotundamente esa posibilidad.
El punto está en la agenda pública desde que el mismo Castillo, a pocos días de pasada la primera vuelta electoral, dijo a través de radio Exitosa: “Una vez elegido presidente de la República, asumiremos el indulto de nuestro compatriota Antauro Humala, tal como las facultades presidenciales así lo exigen”.
Los vasos comunicantes con el responsable del Andahuaylazo tienen historia larga y se han mantenido pese a todas las observaciones del fin ulterior. La razón de fondo solo apunta a una conjetura que trasciende la búsqueda del voto etnocacerista, tal como lo presentó cierta opinología nacional en su momento: es el uso y disposición de las huestes autodenominadas “reservistas” quienes –como luego de la independencia de España– buscan una guerra que librar y darle sentido a su causa.
Esta baraja no es delirante. Es una amenaza real que cobra sentido frente al deterioro del cuadro político donde las fórmulas constitucionales e institucionales se desvanecen día a día. Ello por obra de los que asignan el concepto falaz de “golpismo” a las herramientas legales para deshacernos de la banda criminal enquistada en el poder y la ausencia de movilización (también de movilizadores) ciudadana que den soporte organizado a tal pretensión.
Por eso la lenta captura de áreas del Estado donde los últimos 20 años imperó la agenda caviar (programas sociales, seguridad externa e interna, educación, etcétera) a cargo de Vladimir Cerrón y Perú Libre, necesita hoy peldaños armados que en la práctica marxista consolida la plataforma “revolucionaria”. Libre Antauro, los reservistas no serán algo distinto a los “comités de defensa de la revolución” de Cuba o los “círculos bolivarianos” de Venezuela.
Hay poca memoria sobre un acto simbólico de ese grupo violento. En agosto de 2019, en plenas dubitaciones sobre el destino del proyecto minero Tía María, los reservistas tomaron la plaza de Armas de Arequipa y “fusilaron” a un muñeco que representaba la figura del entonces presidente Martín Vizcarra. Es muy alta la probabilidad que el lagarto haya cedido por susto (o convicción) a las presiones y por ello tuvo un retroceso vergonzante en torno a la viabilidad de la mina.
Advertidos estamos. Una combinación de reservistas y los remanentes subversivos refugiados en el Movadef, aproxima el escenario de la indeseada guerra civil sobre la que me he ocupado en esta columna varias veces, promovida por un gobierno débil y disparatado. Veo el choque irreversible.
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