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Cirugía presidencial: ¿política misógina?

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Fecha Publicación: 10/12/2024 - 21:50
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La obsesión mediática y de un sector de oposición frente al gobierno de turno, por encontrar una infracción constitucional en la cirugía presidencial que justifique su vacancia o suspensión en funciones, es un claro ejemplo de lo que NO debemos hacer en política.
La cirugía de marras es un derecho personal. No veo ningún “delito” en que nuestra presidenta quiera verse y sentirse mejor. ¿Debió comunicarlo al Congreso? Únicamente si hubiese sido una intervención de alto riesgo, porque el Perú está muy acostumbrado a procesar la sucesión del poder en democracia. ¿Acaso no sucedió cuando a PPK lo sucedió Vizcarra? ¿Acaso no ocurrió de nuevo cuando Merino sucedió a Vizcarra? ¿Acaso no ocurrió de nuevo cuando Sagasti sucedió a Merino? ¿Acaso no sucedió cuando Dina sucedió a Castillo? ¿De qué estamos hablando? Si algo sabemos los peruanos es de vivir en carne propia la sucesión del poder. Nunca existió vacío de poder.
El caso de la cirugía presidencial, por cierto, no provocó un vacío de poder en funciones. No entendemos, por ello, el histerismo que provoca la cirugía estética de Boluarte. Entendemos que la intervención quirúrgica no provocó una pérdida de consciencia. Tampoco la habría inhabilitado para ejercer el cargo de manera virtual. ¿Por qué tendría que haber solicitado un permiso al Congreso? ¿Por qué tendría que haberlo hecho público? El rumbo del país no cambió con ello. ¿Por qué seguir dinamitando más la figura presidencial? Si leemos entre líneas, tal vez encontremos la clave de un bullying innecesario que —como tal— debemos rechazar y no tolerar si nos reconocemos como ciudadanos en una democracia.
Este NO es un tema controversial para resolver los problemas del país. El histerismo no puede ser un consejero para establecer prioridades gubernamentales. El bullying a la presidenta Boluarte huele más a misoginia, racismo, discriminación, envidia u otros. Pero de lo que sí estamos seguros es que esto no es hacer política en serio.
La semana pasada lo dije sobre la CADE. ¿Cómo pretenden los empresarios sentar a sus gobernantes de igual a igual, diciéndoles incapaces, corruptos y débiles mentales? ¿Realmente creen que les aceptarán una tacita de café? La señora Boluarte no pierde derechos por estar sentada en el sillón de Pizarro. Todo lo contrario. Ella representa el pleno cumplimiento del ejercicio de nuestra libertad, deberes y derechos ciudadanos.
Solo esperamos que este absurdo histerismo —que huele a política misógina— se calme con las fiestas de fin de año. Los opositores al gobierno deben buscar mejores pretextos (y objetivos, por cierto) si quieren interrumpir el plazo constitucional del ejercicio de la presidencia. Lo cierto es que si continuamos triturando la investidura presidencial como si el cargo fuese un popcorn en sala de cine, difícilmente tendremos sucesiones a futuro, porque convertiremos la política moderna en una histeria colectiva donde gana la mesa que más aplaude; es decir, alimento para más violencia y más autoritarismo.

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