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Ciudadanos y muchedumbres

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Fecha Publicación: 22/09/2019 - 04:30
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No llama la atención que el presidente Martín Vizcarra –aferrado como está a la medianía de su trascendencia política y a la pobre articulación gubernamental– busque por calles y plazas el fácil aplauso de las masas, halagándolas como aparentes depositarias de una sólida determinación para propiciar el anhelado cambio de estructuras y así levantar un nuevo país libre de corruptelas, enjuagues partidarios, prebendas judiciales o enriquecimientos indebidos.

Era de esperarse. Dueño de grandes limitaciones y visualizando la frontera de sus posibilidades de éxito público, la demagogia es su mejor arma. Está en lo suyo. Lo que sí sorprende es la creciente adhesión que la misma recibe entre algunos colegas periodistas como si fuera eco ciudadano y no simple expresión de la conducta instintiva de las muchedumbres.

Viejas lecturas quizás ayuden a esclarecer conceptos. Un clásico humanístico es “El Hombre Mediocre” de José Ingenieros, sobre el cual éste decía: “…es una sombra proyectada por la sociedad; es por esencia imitativo y está perfectamente adaptado para vivir en rebaño, reflejando las rutinas, prejuicios y dogmatismos reconocidamente útiles para la domesticidad… Su característica es imitar a cuantos le rodean: pensar con cabeza ajena y ser incapaz de formarse ideales propios”. Algo que en otros artículos he asociado con la tonada afro de “Congorito”: todo el mundo corre, caramba, corro yo también.

Ingenieros dio pie a la vena de José Ortega y Gasset, plasmada años después en “La Rebelión de las Masas”, donde una de sus frases más condescendientes fue: “lo característico del momento es que el alma vulgar, sabiéndose vulgar, tiene el denuedo de afirmar el derecho de la vulgaridad y lo impone donde quiera”. Me recuerda a Melcochita junto a Alberto Fujimori en la plaza Manco Capac de La Victoria, pocos días después del autogolpe del 5 de abril, recibiendo enormes aplausos del respetable por sus invectivas al Congreso intervenido y cerrado. La mayoría estaba con el asalto a la democracia representativa.

Y Giovanni Sartori en su libro “Homo Videns: la sociedad teledirigida” se basa en las reflexiones de los filósofos citados para denostar a las generaciones que alimentan su personalidad con las imágenes de la caja boba, las que responden a los estímulos audiovisuales y abandonan la abstracción de la lectura. “Un mundo concentrado solo en el hecho de ver,es un mundo estúpido”, subraya Sartori. Y ese es el mundo actual. El Brexit, Cambridge Analytic y Dominic Cummings lo demuestran.

Que algunos periodistas aplaudan (o waripoleen, según Beto Ortiz) a Vizcarra, confundiendo muchedumbre o barra brava con opinión pública o ciudadanos, y no quieran abrir un debate alturado sobre tan profunda dicotomía, sí que debe llamar a preocupación.