Comienza la recta final: el nuevo Senado tiene la palabra
En un artículo anterior, publicado la semana pasada, me referí al Senado que los peruanos elegiremos en 2026 y a la necesidad de que esté compuesto por hombres y mujeres de alta calidad, capaces de recuperar la profundidad del debate y el equilibrio político que el país necesita. Sin embargo, omití mencionar a un nombre que no puede quedar fuera cuando hablamos de un Senado con visión histórica y sentido de Estado: me refiero al senador Javier Díaz Orihuela. Su trayectoria como parlamentario de Acción Popular y presidente del Senado fue ejemplar por su equilibrio, serenidad y firmeza democrática. Representó lo mejor de una clase política comprometida con el diálogo, el respeto institucional y el desarrollo del país. Hombres de su talante —con carácter, pero sin estridencias— son los que necesitamos hoy para reconstruir el tejido político e institucional que tanta falta nos hace.
El reto que enfrentará el próximo gobierno es inmenso. Se proyecta que el Perú crecerá este año un 3.5 % del PBI. No es suficiente. Si queremos cerrar brechas y dar oportunidades reales a millones de peruanos, necesitamos crecer entre 6 % y 7 % de forma sostenida. Y para eso, no bastan las cifras; se requiere confianza, visión de largo plazo, estabilidad política… y decisiones audaces.
En ese contexto, no se puede confundir a la opinión pública oponiéndose tajantemente a cualquier exoneración tributaria bajo el argumento de que representaría un privilegio inaceptable. Con respeto, pero con firmeza, debo decir que esa visión es equivocada. Las exoneraciones no son, por definición, privilegios arbitrarios. Son herramientas temporales, diseñadas para corregir distorsiones reales en el mercado global. Si todos los países jugaran con las mismas reglas, quizá no serían necesarias. Pero la realidad es otra: muchos otorgan subsidios y beneficios para hacer competitivas a sus industrias o regiones. Si el Perú no hace lo mismo, corre el riesgo de quedar fuera de juego.
Es lo que ha pasado con la agroexportación, el segundo sector generador de divisas del país. Se calcula que ha creado más de un millón de empleos directos e indirectos. Aquí no se entregaron privilegios: se eliminaron distorsiones que otros gobiernos otorgan a sus agricultores.
Nuestra selva, con sus limitaciones logísticas y estructurales, también requiere incentivos para competir en igualdad de condiciones. La Ley 15600, promulgada por Fernando Belaunde Terry, liberó de impuestos a la Amazonía por 15 años. De no haberse derogado, otro hubiera sido su destino.
Las Zonas Económicas Especiales (ZEE) existen en más de 140 países. Son un instrumento para atraer inversión, empleo formal y valor agregado. Lo mismo aplica al turismo: necesitamos reglas claras para nuevas infraestructuras y centros de convenciones.
Lo que se necesita no es eliminar exoneraciones, sino diseñarlas con precisión, duración limitada y evaluación permanente.
El 2026 elegiremos entre el populismo fácil o el camino de la responsabilidad. Volver al Senado debe significar apostar por lo segundo. Pero no basta restaurar la bicameralidad: necesitamos experiencia, ponderación y visión de país.
Es hora de hacer Política con mayúscula. Volvamos al equilibrio y la sensatez.
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