¿Cómo entender a Rafael López Aliaga?
¿Cómo entender a Rafael López Aliaga? Propongo comprenderlo a partir de concebir el contenido, y la legitimidad, de su personalidad política y de su discurso político como parrhesía. Él es un político que habla diferente a casi todos los demás políticos. Tanto que, a veces, su discurso parece impolítico, hasta un error político. Declara que es miembro del Opus Dei y que la eucaristía lo transporta al cielo por un instante. Lo suyo es fundamentalmente una ética deductiva cristiana moderna; y, aunque no lo parezca, tiene estrategia discursiva. No exagero: su discurso consiste en la defensa de los valores más tradicionales como son la familia y la vida, pero, a la vez, del valor de la generación de la riqueza para el desarrollo nacional.
López Aliaga tiene una formación moderna, por lo clásica: es filósofo y tiene estudios de teología, por el lado académico; y es ingeniero industrial y tiene estudios de ingeniería civil, por el lado profesional. Es autor de libros sobre inversión y mercado de capitales, de entre ellos refiero Oportunidades de inversión en el Perú. Análisis de nuestras ventajas comparativas en seis sectores; y es accionista de empresas sobre transporte, turismo, banca, educación y cibernética, de entre ellas destaco Compupalace Centro Comercial Tecnológico, por ser un emporio sociológico. Michel Foucault concibe a la parrhesía como la verdad hecha lenguaje.
La defina como “el coraje de la verdad en el que habla y corre el riesgo de decir; a pesar de todo, toda la verdad que piensa; pero es también el coraje del interlocutor que acepta recibir como verdadera la verdad hiriente que escucha”. Por supuesto, la parrhesía es casi inédita en el Perú, tanto en el proceso político, como en nuestra propia interacción social. Pero a López Aliaga le ha funcionado decir la verdad, su verdad, fundamentalmente porque está normalizando el horizonte de los quinientos años de la vida peruana. Aceptémoslo: seguimos siendo el país de un solo siglo, el XVI. El discurso parrhésico de López Aliaga es siempre un parteaguas moral. Para su bien político, o para su mal, este hombre transmite una coherencia metafísica que, a veces, lo hace parecer intolerante, y hasta agresivo.
¿Por qué López Aliaga es un político exitoso, y podría ser presidente del Perú? Él es el ocupante eficiente de los espacios discursivo y social dejados vacíos por las otras derechas, incluido el fujimorismo, y por los políticos casi en general que obran como desposeídos del lenguaje y que se han dejado colonizar por la narrativa caviar. López Aliaga es un político hecho de palabras y de verdades. Por supuesto, las suyas y las de muchos. Aún más: él tiene el más alto espíritu de lucha, y la mayor vocación de poder de la derecha peruana del último medio siglo. He aquí la crítica, que deviene en reconocimiento de la virtud de un hombre que hasta hace política por amor a Dios, a cargo de uno de sus detractores caviares, el filósofo Pablo Quintanilla Pérez-Wicht: “El… más peligroso… es López Aliaga.
No sólo porque es de ultraderecha y fascista, sino porque ve el mundo a través de una ideología del siglo XIV... Como se considera un cruzado de la política, todas sus acciones de gobierno estarían teñidas por esa visión del mundo. Cree haber descifrado la voluntad de Dios y se siente llamado a ejecutarla…”. De verdad, veo que nuestro proceso político próximo tendrá algo de encriptado: se trataría de, algo así, como la guerra política como forma de la guerra de los espíritus: Entre la filiación divina y la unidad de vida de Josemaría Escrivá de Balaguer, y la hegemonía y la praxis subalterna de Antonio Gramsci.
López Aliaga ha resemantizado la derecha. Por primera vez tenemos la posibilidad de una derecha popular, chola. Él es un hombre religioso, pero su propuesta no es religiosa, sino política y moderna. Recuerdo que, con motivo de su anterior postulación presidencial, el poeta Harold Alva y yo le hicimos una entrevista, en su casa de San Isidro. Entonces, ensayó su gran respuesta estratégica: “Te pido que no me etiquetes de derecha”. Me habló de su retórica, en el sentido aristotélico. Pero, para mi clave foucaultiana, la vida y la retórica de López Aliaga son parrhesía, por su procedimiento de verdad, pero también por las reglas de la prudencia que lo hicieron saber y esperar, cómo y cuándo, hablar y hacer política.
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