Confesiones de un celular
“Soy tu celular y vengo a poner el punto sobre la i. No recuerdo cómo me acerqué a ti, perdón, perdón, cómo te acercaste a mí. Lo cierto es que eso ya no interesa a estas alturas de la vida”. Nunca antes, en civilización alguna, las personas estuvieron ciegamente prendidas de un aparato. Ahora, casi todos dependemos de un celular. Seguramente que la absoluta mayoría de las personas poseen uno, para otros hasta dos les son insuficiente; a los niños les agradan los celulares, y muchos de ellos andan encariñados y han congeniado mejor con ellos que con sus padres; y a los que van a nacer ya los hemos condenado a nacer con el celular bajo el brazo porque, hoy por hoy, el pan ya no interesa.
Este mundo está loco, pronto, prontito, este planeta estará lleno de niños con nombres de marcas de celulares, y todos ellos tendrán los mismos padres, con los mismos gustos y necesidades; serán competentes para la absoluta dependencia y no les interesarán sus propias vidas. Muchos dicen que el amor al celular ha superado todos los estados sentimentales que hasta hoy se conocían. Para otros eso tan simple no es adicción, es entrega total a un aparato, pero en el fondo, muy en el fondo del asunto, es una pérdida total de toda posibilidad de ir construyendo una personalidad con capacidad de decisión. Es el abandono total, mejor dicho, es la sumisión total en todos los campos de la vida, es la absoluta dependencia y ese es el peligro que ya está poniendo en jaque a la sociedad.
Las empresas que fabrican estos aparatos han logrado introducir en nosotros la idea de que son la primera necesidad a satisfacer. Para abastecer esta necesidad están fabricando nuevos modelos de celulares en cantidades inimaginables. Con toda seguridad, para las próximas fiestas de Navidad y Año Nuevo, de lejos, será el producto más vendido. Mientras tanto, cada vez a más personas poco o nada les interesa lo que sucede con sus semejantes y mucho menos lo que acontece en el mundo. ¿Será de su interés lo que sucede, por ejemplo, con el medioambiente? ¿O les preocupará la escasez de agua? Les serán irrelevantes. Y qué decir del hambre, les será indiferente porque se interesarán más por el hambre de su celular. En fin, llegará la hora en que tendríamos que apagar para siempre el celular, pero ya será tarde porque nos faltarán las fuerzas y de nosotros ya no dependerá tomar esa decisión.
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