Confiemos en Guaidó
El sorpresivo diálogo iniciado en Noruega entre representantes del presidente Guaidó y del dictador Maduro, ha provocado desconcierto.
Y es que todas las negociaciones anteriores, sin ninguna excepción, incluyendo la mediación del Vaticano, constituyeron una burda maniobra del Gobierno para ganar tiempo y retener ilegalmente el poder.
Al fracaso de cada diálogo, Maduro respondió acentuando la represión, los asesinatos, torturas, encarcelamiento de opositores (incluyendo legisladores), prohibiendo el ingreso de ayuda humanitaria y provocando el éxodo de miles de personas desesperadas por conseguir alimentos y medicinas.
Con esos antecedentes, es explicable el escepticismo, a pesar que Guaidó garantiza que el propósito irrevocable de ese diálogo en Noruega es el retiro de los usurpadores y la convocatoria a elecciones garantizadas por observadores internacionales, con un nuevo Jurado Electoral y Tribunal Supremo de Justicia, porque los actuales no son otra cosa que marionetas al servicio de la dictadura.
Estos hechos ocurren en momentos de máxima debilidad de un régimen desconocido por 60 países, con créditos bloqueados, sin dinero para cancelar deudas ni recursos para solventar su presupuesto, con 10 millones de inflación, un retroceso de 25 % del PBI, 44 % de desempleo, sin agua ni luz. A lo dicho se agrega que se han acumulado sólidas evidencias de su vinculación con guerrilleros colombianos, con terroristas del Hezbollah y narcotraficantes, así como descubiertos grandes fortunas a los principales líderes del Socialismo del siglo XXl.
Pero hay un hecho de extrema gravedad para el chavismo: la Corte Penal Internacional (CPI ) ha designado tres jueces para iniciar un proceso contra Maduro y secuaces por crímenes de lesa humanidad, es decir, matanzas, torturas, desaparición de personas y genocidio, delitos sancionados hasta con cadena perpetua.
Recordemos que la CPI tiene registrados 600 testimonios de las víctimas, con grabaciones y documentos de puño y letra, pero también nombres y fotografías de delincuentes civiles y uniformados, gracias al extraordinario trabajo realizado por la abogada venezolana Tamara Saju.
Estas acciones de la CPI han respondido a la valiente decisión diplomática del Perú, Argentina, Colombia, Chile, Canadá y Paraguay, que se constituyeron en parte denunciante, demostración de que ahora los valores democráticos y el respeto a los derechos humanos han dejado de ser declaraciones, palabras huecas sin correspondencia en la práctica, para convertirse en el sustento de una diplomacia principista.
Confiemos en Guaidó, en su liderazgo, en su palabra, en la estrategia negociadora para terminar con una banda de delincuentes que ha tomado como rehenes a todos los venezolanos. La presencia, a su lado, de combatientes como Leopoldo López, María Corina Machado, Lilian Tintori o Antonio Ledezma, son una garantía de que el presidente va por buen camino para liberar a su patria.