Confusión y desconcierto…
Estamos en una época de movilizaciones gremiales y sociales, aunque con evidentes intentos por parte de los agitadores políticos de siempre de infiltrarse en las marchas de protesta realizadas por diversos sectores con objetivos legítimos.
Recordemos que esta es la época de la sustentación de los presupuestos institucionales ante la Comisión de Presupuesto del Congreso de la República, cuyo dictamen final irá al Pleno para su aprobación y posterior promulgación como ley por parte de la señora presidenta.
Un proyecto de presupuesto debe contener, necesariamente, la cuantificación de recursos suficientes para el logro de los objetivos contenidos en la política general de cada entidad pública en el corto, mediano y largo plazos, procurando la materialización de los criterios de la administración moderna que enseñan la forma de obtener mayores resultados con menor inversión.
La coherencia presupuestal supone que cada entidad ha cuantificado sus necesidades, armonizando los requerimientos en infraestructura y en personal a fin de que el consumidor final, que es la población, obtenga un bien o un servicio de calidad; es decir, a bajo costo y alto beneficio, con oportunidad, transparencia, eficacia y confiabilidad.
Aquí vemos reflejados a los dos clientes cuyos intereses y derechos deben ser satisfechos de manera razonable y justa. Los primeros se llaman clientes internos y son los trabajadores de cada entidad; los segundos son los clientes externos o ciudadanos que deben beneficiarse con el producto de la actividad de los clientes internos o trabajadores.
En las marchas callejeras y en diversas manifestaciones, observamos a los trabajadores exigir el cumplimiento de las obligaciones que el Estado debe hacer efectivas a través de las respectivas entidades públicas, presionando al Congreso para considerar en los respectivos presupuestos esas reivindicaciones laborales y procurando ganarse el apoyo poblacional que, dicho sea de paso, ya no cree en nadie ni en nada.
Otras marchas constituyen movilizaciones sociales de todos los sectores de población, hartos de la inseguridad ciudadana, del ataque del crimen organizado, del sicariato, de la imposición de cupos y de los asesinatos subsecuentes, ante un gobierno que no da pie con bola.
Los agitadores de siempre aparecen infiltrándose en las dos anteriores, procurando convertir las manifestaciones pacíficas en confrontaciones violentas entre pueblo y fuerzas del orden, con el fin de provocar el caos y profundizar la sensación de ingobernabilidad existente.
La confusión y el desconcierto surgen porque todo apunta a que el Estado no tiene una política general con planes de desarrollo, ni tampoco una institucionalidad fuerte, creíble, honesta y eficaz.
Un escenario así genera el caldo propicio para una implosión social puramente emocional, mucho más cuando los gobernantes ni dialogan adecuadamente, no tienen explicaciones transparentes y tampoco muestran resultados alentadores.
Es necesario saber hacia dónde vamos, qué peligros enfrentaremos y qué beneficios tendremos al superar aquellos, pero con un liderazgo que muestre la suficiente fortaleza y convicción en la conducción.
Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, X, Instagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.