Conservación de la biodiversidad
Igual que nosotros, muchos animales experimentan sentimientos y emociones que fácilmente podemos reconocer en especies con las que compartimos millones de años de evolución (como muchos primates) o miles de años de convivencia (como perros y gatos). Tal reconocimiento genera empatía, de ahí que numerosas personas procuren la mayor ventura de los animales en los que se reconocen. En sociedad, a esa pretensión hay que darle forma de normativa.
En este sentido es de aplaudir que el Gobierno de España trabaje para promover el bienestar animal. Sin embargo, el Anteproyecto de Ley de Protección y Derechos de los Animales, recientemente dado a conocer por la Dirección General de Derechos de los Animales del Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030, nos parece, a despecho de su intención, profundamente desacertado y erróneo.
El texto presentado intenta regular un complejo y diverso abanico de situaciones en base a los objetivos de bienestar de unas pocas especies, principalmente gatos, perros y equinos. Ello, y el confuso y descuidado uso que hace de los términos “animal” (que no define), “animal de compañía” y “animal doméstico”, lleva a numerosos absurdos y contradicciones. Por ejemplo, en su redactado actual, el artículo 70 prohibiría filmar documentales de naturaleza que muestren sufrimiento de alguno de los animales protagonistas (algo habitual en la práctica totalidad de los documentales); o, lo que es más llamativo, el 83 impondría multas de entre 100,000 y 600,000 euros por matar intencionadamente “un animal”, obviando que muchos animales, como ratas, mosquitos o parásitos intestinales, sin ir más lejos, suelen controlarse letalmente.
El texto del anteproyecto prohíbe en varias ocasiones las actividades de control y erradicación de especies invasoras que impliquen la muerte de los animales, lo que colisiona con diversos programas amparados por el Real Decreto mencionado, y atenta directamente contra directivas de la Unión Europea que son de obligado cumplimiento. El anteproyecto choca asimismo con estrategias de conservación de la biodiversidad cuando se limita al ámbito que debería ser su competencia, como son los animales domésticos propiedad de una persona. Ocurre así con los perros de trabajo y la coexistencia entre el lobo y el ganado, por ejemplo.
Detener la pérdida de biodiversidad es un objetivo relevante de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible. Por noble que sea el propósito, procurar el bienestar de unos pocos animales cercanos no puede hacerse a costa del sufrimiento de multitud de animales que no vemos o con los que no empatizamos y mucho menos del deterioro de la biodiversidad necesaria para la supervivencia de todos.
FUENTE: EL PAÍS
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