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Consigna democrática

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Fecha Publicación: 30/04/2022 - 22:30
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La evolución de los días y el alineamiento del gobierno de Pedro Castillo con las materias que desnudan el objetivo de perpetuarse en el poder central –tapando la asquerosa esencia corrupta de su régimen– otorga seguridades a la sociedad peruana para fijarse un solo objetivo, sin dudas ni murmuraciones: expectorarlo del escenario político y someterlo a la justicia.

Es una consigna democrática a la que algunos supuestos líderes institucionales renuncian o eluden con sorprendente ingenuidad. Ya vimos el caso del cardenal Pedro Barreto, cuya voz pastoral se ha devaluado hasta la condición de un mercachifle que ofrece pociones mágicas en pueblos recónditos. O la del presidente de la Confiep, Óscar Caipo, quien cree que la sola reformulación del Gabinete soluciona la profunda crisis del sistema padecida por todos nuestros compatriotas. Barreto y Caipo no ayudan: confunden.

Vale para nuestro consuelo que un octogenario en silla de ruedas y hoja de vida heroica como el exvicepresidente y excongresista Luis Giampietri, haya alzado su voz sin tapujos. Su claridad para denunciar y señalar al posible delincuente terrorista Guillermo Bermejo como elemento conspirador de antiguos planes de atentado, inaugura el lenguaje con el cual debemos tratar a la mafia que nos gobierna.

El Congreso, ese colectivo plagado de oportunistas con muy pocas excepciones de honorabilidad, tampoco resulta útil a la solución de nuestro drama. Abona más bien al sostenimiento de esta farsa de presunta gobernabilidad que debemos destruir, implosionar de inmediato. Su mayoritaria resistencia a doblegar el statu quo sólo merece un escupitajo de desprecio a tales infelices que jamás darán sus nombres a la honra cívica de una calle, una plaza, un evento. Peruanos de más calidad los aplastarán como cucarachas sin el requisito de haber calzado una curul.

La única salida es la movilización ciudadana constante y terca. La calle debe presionar sin descanso por la caída de Pedro Castillo y su banda. Hay que ir primero por el sinvergüenza del premier Aníbal Torres Vásquez que nos insulta a diario con sus disparates y galimatías. Ya hemos contado en esta columna antecedentes de personajes que habiendo ejercido la cátedra universitaria y funciones representativas en gremios profesionales (como lo ha hecho Torres Vásquez) devinieron luego en pobres diablos, miserables y bazofias humanas de la peor especie. Torres camina hacia el depósito de los vergonzosos excrementos nacionales de nuestra historia.

Seamos firmes y sostengamos la consigna democrática: fuera Castillo y su banda delincuencial.

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