Construcciones débiles, excusas fuertes: el colapso del puente Chancay y la cultura de la impunidad
En 1884, un año después de la inauguración del majestuoso puente de Brooklyn, la población aún desconfiaba de su resistencia. Para disipar el miedo y demostrar la solidez de la estructura, el empresario circense P. T. Barnum ideó una estrategia inusual: hacer desfilar a 21 elefantes sobre el puente. Esta demostración disipó las dudas y reforzó la confianza pública en la obra de ingeniería que, más de 140 años después, sigue en pie como uno de los íconos arquitectónicos de Nueva York. Su éxito se debió no solo a su diseño innovador, sino también a una adecuada supervisión, mantenimiento y, sobre todo, a la voluntad de generar confianza en la infraestructura pública.
En contraste, en el Perú de 2024, el puente Chancay colapsó, arrastrando consigo vidas humanas y dejando decenas de heridos. Su caída no fue una sorpresa, sino la culminación de años de advertencias ignoradas, estudios postergados y una cadena de responsabilidades diluidas entre organismos que se pasaban la pelota sin actuar. Desde 2019, informes advertían que el puente tenía una antigüedad de 75 años y que no cumplía con las normativas del MTC. Sin embargo, el proceso de renovación quedó entrampado en trámites burocráticos y excusas administrativas. Ositran no fue lo suficientemente rigurosa con la concesionaria, y la concesionaria simplemente hizo lo mínimo indispensable requerido.
A esto se suma que, en 2019, se firmó un contrato entre Provías Nacional y la empresa GMI S. A. Ingenieros Consultores para la realización de estudios que determinarían la viabilidad de la renovación o reemplazo del puente. Sin embargo, estos estudios nunca se llevaron a cabo.
Resulta paradójico que, en Brooklyn, hace casi siglo y medio, se logró convencer a la población de la seguridad de un puente con una estrategia creativa, mientras que, en Perú, con estudios, advertencias y evidencia tangible de deterioro, nadie actuó a tiempo. La diferencia entre ambas historias no radica solo en el contexto, sino en la capacidad de gestionar y mantener una infraestructura con seriedad y visión de futuro.
Quizás, inspirándonos en Barnum, podríamos probar algo distinto en el Perú. Dado que el desfile de elefantes funcionó en 1884, podríamos organizar una versión moderna en cada inauguración de un puente, donde, en lugar de animales, desfilen en camiones cargados hasta el límite de peso que la estructura supuestamente soporta, llevando a todos los funcionarios, responsables de la construcción y supervisores. Estos cruzarían uno por uno sobre el puente, asegurándonos de que, esta vez, aprendan la lección sobre cómo hacer bien las cosas.
Tal vez, solo así podríamos evitar que la impunidad siga destruyendo vidas a causa de la ineptitud, la burocracia y la desidia.
@sandrostapleton
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