Contra el desprestigio de la memoria
Primo Levi en su libro Si esto es un hombre escribió: “En el campo de concentración me robaron todo, la ropa, los libros, la comida, el pelo porque me raparon la cabeza… pero lo único que los nazis no me pudieron robar fueron las cosas que había aprendido de memoria. Así que, por la noche, les recitaba a mis compañeros el Canto de Ulises, de Dante, y aquello era un diminuto rayo de luz en el infierno de Auschwitz.”
Imagino esas noches estragadas por el infortunio. Los presos famélicos en sus sucias barracas escuchando esa arenga de esperanza, ese canto de Ulises en el octavo círculo del infierno: “¡Oh hermanos, dije, que habéis llegado al occidente a través de cien mil peligros!, ya que tan poco os resta de vida, no os neguéis a conocer el mundo sin habitantes, que se encuentra siguiendo al Sol. Pensad en vuestro origen. Vosotros no habéis nacido para vivir entre brutos, sino para alcanzar la virtud y la ciencia”.
El cultivo de la memoria está desprestigiado. Se dice que no importa, que es dañino, que cercena la creatividad, la originalidad. Pero lo que yo veo en mi experiencia es que fomenta la ignorancia, la banalidad, la pereza. Me enorgullezco de lo que sé de memoria y cuánto le agradezco a mi mamá y mis maestros habérmelo inculcado. Cuánto le debo a esos textos grabados casi a fuego en mi mente, cuántas satisfacciones me dieron en todas las etapas de mi vida.
Para ser creativo no se requiere estar desinformado. Para ser original hay que saber qué se hizo y cómo se hizo en determinado campo. Saber de memoria el Padre Nuestro no es religión, es cultura. Citar de memoria párrafos de la Biblia, del Talmud o del Corán es tocar, aunque sea por un instante, la sabiduría. Vargas Llosa en sus caminatas diarias mañaneras por las calles de Madrid recita el Responso a Verlaine de Rubén Darío. Felices los que tienen en su memoria palabras de Virgilio, de Nietzche, de Vallejo, de Octavio Paz porque les darán paz en el momento deseado.
Estudios recientes vinculan el llamado Trastorno de Déficit de Atención (TDA) con ese desprestigio de la memoria que se está inculcando en las escuelas. Así tenemos muchachos que literalmente ni siquiera saben dónde están parados y que no saben nada de memoria salvo, por cierto, la letra anodina de algunas canciones de moda y nada más.
Ejercitemos la memoria. Sirve para mucho, incluso para prevenir el alzhéimer. Cuando los niños rezaban en las noches al borde de su cama no sólo hacían un ejercicio de la fe que fortalece sino que replicaban una tradición que los hacía partícipes de una herencia común. La gran mayoría recuerda esas oraciones de memoria. Ya casi nada de eso importa en los días que corren. Con sus celulares en mano solo aprenden a ver la pantalla de un presente fugaz, sin pasado y tal vez sin futuro.
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