Crímenes políticos impunes en el Perú
Grave es la situación política y de seguridad integral en el Perú y en otros países vecinos y eso se hizo evidente con el vil asesinato de un candidato presidencial en Ecuador.
El periodista de investigación Fernando Villavicencio no fue asesinado por delincuentes que intentaban asaltarlo. No, él fue víctima de sicarios expresamente contratados para perpetrar el magnicidio. Las investigaciones van dejando claro que hay tres políticos implicados. Esperamos que los responsables sean identificados y castigados, aunque el daño causado a toda una nación ya no pueda remediarse.
En el Perú también debemos considerar crímenes políticos los que cometen quienes le roban al pueblo y lo condena a morir de hambre; quienes compraron inútiles pruebas rápidas y tardaron en adquirir vacunas contra el Covid-19; aquellos que dejaron morir a miles de personas por falta de oxígeno y los que hicieron un negocio redondo durante la pandemia. Beatriz Merino ha planteado que se cree una Comisión de la Verdad para esclarecer lo que pasó y yo estoy de acuerdo. Los culpables de esta tragedia deben ser castigados.
Tampoco debemos olvidar a esos políticos que se hicieron ricos viviendo con consultorías que no sirvieron para nada. Esos miles de millones de soles pudieron ser usados para construir cien hospitales con modernas instalaciones o mil colegios, centenares de kilómetros de carreteras, puentes, alcantarillas para los departamentos del norte. Esos consultores tienen hoy el desparpajo de sentirse ofendidos. Es increíble, pero cierto.
Un crimen político es el que cometió una alcaldesa de izquierda que ha admitido que recibió 10 millones de dólares de una empresa corrupta y a cambio dejó a los limeños la carga de pagar durante los próximos 40 años un peaje que cada día se incrementa para engordar a los coimeros. Esa señora ya reconoció su delito y hasta ahora no hay sanción, porque sus defensores invocan que es una adulta mayor. Pero cuando al ex presidente Alberto Fujimori, que es un anciano, lo llevan al dentista, eso genera primeras planas y un conato de escándalo.
Al respecto, nos llama poderosamente la atención las últimas declaraciones de Francisco Sagasti, quien ocupó transitoriamente la Presidencia de la República y en realidad no representa a nadie. Este señor ha tenido la frescura se salir a criticar al gobierno y decir que “es peor que el de Pedro Castillo”, alegando las muertes ocurridas en meses pasados.
Olvida Sagasti que en el año que él estuvo en el poder también hubo muertos, humildes agricultores cuyas vidas parecen no tener valor para la izquierda. ¿No merece Sagasti ser investigado como autor mediato de estas muertes? Yo opino que sí.
Sagasti llegó al congreso con algo más de 90 mil votos del partido Morado. No eran mayoría en el Congreso, pero lo manejaron de tal manera, que llegó a ser presidente de la República y entonces, para sorpresa general, los sediciosos que impulsaban las asonadas se calmaron.
Ahora, este peruano costarricense critica al gobierno, pero cuando el golpista y corrupto Pedro Castillo estuvo en el poder guardó un elocuente silencio. No olvidemos que él estaba aún en funciones cuando se rebajaron los requisitos para ser nombrado secretario general de Palacio de Gobierno. Es decir, Sagasti le abrió la puerta a Bruno Pacheco y ya sabemos lo de los 20 mil dólares hallados en su oficina y el resto de la historia.
Sabemos y tenemos claro que en la vida no todo es color rosa. Estamos hoy ante situaciones adversas, retos y tragedias que malos políticos quieren promover para generar caos y más miseria. No les interesa el pueblo, sino sus propios intereses y por eso solo se dedican a criticar.
La izquierda y la ultraizquierda nos han demostrado que nada bueno tienen para ofrecerle al Perú. A ellos les interesa que cada vez haya más pobres para poder seguir aumentando sus votos. Es pues necesario que el pueblo aprenda a no dejarse engañar.
El progreso y el desarrollo son imposibles si uno sigue haciendo las cosas tal como siempre las han hecho los vivos de la política, aquellos que no entienden que el verdadero progreso social no consiste en aumentar las necesidades del pueblo, sino en atenderlas y reducirlas.
Debemos aprender a triunfar sobre la adversidad y eso comienza escuchando y analizando las propuestas y no creyendo que porque se cambia la Constitución Política del Estado, inmediatamente se solucionaron todos nuestros problemas. No seamos ingenuos señores, disculpen que lo diga con dureza, pero es que yo siempre digo lo que pienso, con el perdón de los adefesios.
Por Óscar Becerra Tresierra
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