Crisol de ausencias
En estos días de transición entre el ocaso de una estación y la alborada de otra, la poesía tiende el puente para que el viento baje la velocidad de su casi salvaje turbulencia y permita que discurran, en expectante calma, los desesperados minutos que cada vez se van transformando en lejanas horas. Ese fue el escenario de la mañana del último viernes, como si fuera un golpe del destino me crucé con un hermoso libro de poesía. Ese circunstancial encuentro generó un intercambio de miradas y sonrisas como si el destino despejara el camino para decirnos que esta es la vida y así es la vida. “Crisol de ausencias”, del poeta español Emilio Quintanilla Buey, es testimonio de parte en cuyos poemas se retrata el paso del hombre por estos caminos, es intimista al máximo y es un edén donde florecen todas las sensaciones que el hombre ha experimentado hasta ahora. Veamos: “Nací junto a un andén, que es donde nacen / la lejanía y el escalofrío, / y tengo la pupila fatigada / de tanto no ver campos ni caminos, / pero he visto más trenes, más ausencias, / más desgarros, más lágrimas he visto / que oscuridades puede ver un ciego / o guijarros un río”.
Al poeta Emilio Quintanilla lo conocí en Salamanca a finales del año 2023, donde ambos acudimos convocados por el poeta Alfredo Pérez Alencart. Quintanilla es un orfebre que sabe cómo elevar la temperatura de fusión de la palabra hasta que la palabra brille con su eterna luz. Él hace gala de dominar la técnica de mezclar palabras en ese recipiente revestido de refractarios que saben a sensibilidad pura, para luego discernir y eliminar toda escoria que se posa sobre la superficie a fin de cubrir y ocultar el preciado verso. Así, de ese acero están forjados los poemas que contiene este bello poemario. “Si alguien tuviera dudas / de que el tiempo es materia fermentada, / que tiene peso propio / y ocupa un lugar físico en la nada, / que vaya y le pregunte / al lucero del alba”. Así de tremenda es la valía para quien lo lee, porque sus poemas son destellos de pinceladas, son testimonio de parte de quien barbecha tierra húmeda para el sembrío de nuevos versos, es manifiesto público de secretos dirigidos al lector.
Con la lectura de “Crisol de ausencias” afirmo que la poesía es ese estado de permanente confesión, de comunión, de conmoción, de conversión. Es pues, de lejos, un estado de ánimo superior y distinto a los que hemos experimentado hasta hoy, donde lo único real es que la palabra adquiere la relevancia total.
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