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Cuando Alaska se convirtió en estado de los EE.UU. de América

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Fecha Publicación: 02/01/2024 - 21:30
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El 3 de enero de 1959, como hoy, Alaska fue aceptado como el cuadragésimo noveno estado de los Estados Unidos de América. Se trata del territorio más septentrional de América, con un área de 1’518,800 km2. Fue comprado por Estados Unidos a Rusia el 30 de marzo de 1867; gobernaba el Perú Mariano Ignacio Prado. Es probable que mirando la política internacional contemporánea, seguramente Moscú, que lidia contra Ucrania buscando arrebatarle el territorio del Donbas, debe estar lamentando haberse deshecho de un espacio continental que en el siglo XIX no tenía ninguna relevancia geopolítica para Rusia; sin embargo, para Washington sí, y fue gracias a William H. Seward, secretario de Estado durante el mandato de Andrew Johnson (1865-1869), que asumió la presidencia luego del asesinato del presidente Abraham Lincoln, se pudo concretar la aspiración estadounidense, teniendo como precio final de venta, los 7.2 millones de dólares. Pero, ¿qué llevaría a Rusia a decidir su renuncia soberana para siempre de Alaska? La situación del imperio ruso realmente no era la mejor y contar con ingresos en las deficitarias arcas del Estado llegaba bien, más aún cuando se temía de que podían perder Alaska hasta por conflictos que ni siquiera estaban en condiciones de afrontar por el colapso financiero del país; sin embargo, había una razón más poderosa: el zar Alejandro II no estaba dispuesto a que dicho territorio, prácticamente deshabitado –hoy cuenta con 733,391 habitantes–, cayera en manos de Inglaterra, en esa época el indiscutido hegemón del mundo, que venía maravillando a la sociedad internacional con la Segunda Revolución Industrial –Europa continental seguía siendo dominantemente rural–, que encarnó la propia monarca, Victoria, a cuyo reinado de 61 años, fue ampliamente conocido como la Era Victoriana.

Contrariamente, para Rusia la óptima relación con Washington, habiendo apoyado a la Unión durante la Guerra de Secesión o Guerra Civil, creaba un mejor contexto para decidirse por Washington. Pero la adquisición estadounidense no contó con el aplauso unánime de su clase política. Hubo una fuerte oposición llegando a considerar la compra como un acto descabellado, llamando a la gestión como “la locura de Seward” o “el parque de los osos polares de Andrew Johnson”, en alusión al presidente. La visión y audacia de los gobernantes de Estados Unidos, sin que les tiemble la mano, había permitido la transferencia formal de Alaska, el 18 de octubre de 1867, es decir, 92 antes de constituirse en uno de los 50 Estados que componen políticamente –sistema federal– al país más poderoso del planeta. Eso significó haber actuado geopolíticamente en prospectiva.

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