¿Cuándo estallará el mundo?
Si observamos la situación que nos rodea comenzando con la inestabilidad política que abruma al Perú y vemos el panorama que existe en Sudamérica, resulta fácil concluir que a pesar de las luchas políticas existentes en el Hemisferio Occidental vivimos en un mundo privilegiado. Los problemas, por consiguiente, no se encuentran cerca de nosotros sino lejos, en países como Ucrania, Gaza y Taiwán. En los dos primeros tenemos guerras calientes sin posibilidad de solución y además con el riesgo inminente de un estallido que podría derivar en un a guerra atómica. En Taiwán hay un foco de tensión que también podría desencadenar un conflicto abierto.
¿Qué hacer? He ahí la gran interrogante que debemos resolver. En primer lugar, en el caso de Ucrania tenemos lo que se denomina una guerra entre terceros (“proxy war”). Sus protagonistas principales protagonistas Rusia y la invadida Ucrania, llevan a cabo un desigual enfrentamiento armado, que se mantiene por la ayuda militar y económica que los Estados Unidos y la OTAN suministran a Ucrania. Sin esa indispensable asistencia tecnológica y militar muy probablemente Ucrania ya habría caído, no obstante su heroica resistencia. Putin se equivocó al pensar que tenía una fácil presa por delante al sobrestimar la capacidad militar rusa y subestimar la ucraniana. Su mayor error fue no tomar en cuenta las repercusiones políticas al pensar que Ucrania hubiera sido abandonada a su suerte por sus aliados de Occidente. Detrás de cada guerra hay un gran error de cálculo. Pero en este caso además existe el grave riesgo de un escalamiento nuclear que ningún protagonista desea pero que podría estallar.
En el caso de la franja de Gaza hubo una deliberada agresión del grupo terrorista Hamás, de carácter suicida y además sin posibilidad alguna de solución pacífica, salvo la derrota total de uno u otro de los combatientes. Hamas utiliza al pueblo palestino como su escudo humano e Israel destruye la franja de Gaza en su intento de liberar a los rehenes. El resultado es totalmente desigual entre la destrucción física de Gaza y los muertos civiles y militares de uno y otro lado. Estados Unidos y la OTAN ayudan a Israel pero le recomiendan prudencia que Netanyahu echa en saco roto. Hamas persiste en su afán suicida. Las Naciones Unidas despliegan sus máximos esfuerzos para suministrar ayuda humanitaria al pueblo palestino pero se muestra impotente para terminar el conflicto. No tenemos solución a la vista.
En Taiwán desde hace más de 70 años hay un conflicto soterrado por el afán de la República Popular China de conquistarla. Curiosamente si bien Taiwán es una isla de población china, sus habitantes no desean incorporarse a su “madre patria” porque consideran que con su independencia de facto y su actual régimen democrático han alcanzado un grado de prosperidad y libertad que no tendrían en China al verse reducidos a la condición de súbditos de su poder absoluto. Es un conflicto que tiene raíces históricas pero también ideológicas. China podría conquistar Taiwán militarmente luego de un sangriento conflicto, pero además tendría que enfrentar a los Estados Unidos y quizás al Japón. En ese eventual conflicto el riesgo de un escalamiento atómico es inminente Xi Jingping y Biden son hombres racionales pero nunca se sabe lo que puede ocurrir. Así empiezan las guerras que nunca se sabe cómo terminan.
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