Cuatro presidentes nos engañaron brutalmente
Aparte de constituir toda una fechoría los latrocinios perpetrados por gobernantes como Toledo, Humala, Kuczynski y Vizcarra –a través del magneto de la corrupción llamado Lava Jato– estos personajes cargan sobre sus hombros otro atropello contra nuestro país: haber cometido la temeridad de tergiversar, de manera probablemente delictiva, las verdaderas necesidades del Estado peruano para sustituirlas por otras que, sin duda, a ellos tres les resultaron glamurosas, aparte de tremendamente rentables. Todo lo contrario a lo que le ha ocurrido al Perú.
Analicemos algunos ejemplos sencillos. Toledo, Humala, Kuczynski y Vizcarra dilapidaron unos US$ 30,000 millones en proyectos absolutamente inservibles para el Perú, mientras dejaron en el abandono obras indispensables para la vida y salud de los peruanos. El caso más claro son los hospitales y colegios nacionales. Se estima que sólo con la mitad de aquel multimillonario presupuesto –despilfarrado por este cuarteto que ahora se enfrenta a la justicia– podría haberse construido toda la red nacional hospitalaria que tanto necesita nuestra nación. Lo mismo ocurre con la reconstrucción de sendos colegios del Estado que hoy se exhiben en ruinas. Asimismo pudo equiparse a nuestros centros escolares para atender la exigencia nacional por una buena Educación. Pero no. Toledo, Humala, Kuczynski y Vizcarra prefirieron priorizar, por ejemplo, la carretera Interoceánica. Una vía por la que apenas transita una veintena de vehículos cada día, y cuyo mantenimiento nos cuesta una fortuna. A propósito, este mantenimiento se lo pagamos a los consorcios brasileños que nos robaron miles de millones de dólares para construirlas con siderales sobreprecios y coimas para estos mandatarios que las promovieron y ejecutaron.
Pero hay más. Este cuarteto, causante de muchísimos males al Perú, privilegió la construcción de tres carreteras –Interoceánica Norte, Centro y Sur– que sólo favorecen a los transportistas brasileños y a la estrategia geopolítica socialista trazada por el hoy reo Lula da Silva. Mientras tanto desdeñaron rediseñar y reconstruir un eje vertebral del Perú llamado la Carretera Central. Una autopista que atiende el flujo de alimentos que demanda Lima para subsistir –provenientes de la Sierra Central– aparte de ser la arteria exclusiva por donde se trasladan los minerales que constituyen la sangre de nuestra economía, desde los centros mineros al puerto del Callao. El Perú tiene una necesidad impostergable y estratégica: construir una nueva Carretera Central. El costo de una autovía moderna, diseñada para las necesidades a futuro –considerando los vehículos que demanda el intensísimo tránsito oeste a este y viceversa que soporta dicho eje– se estima en US$ 3,000 millones. La mitad de lo que acabará costándonos el terrible negociado y gran estupidez llamada refinería de Talara, y poco más de lo que tenemos presupuestado para gastar en organizar los Juegos Panamericanos.
¿Alguien concibe semejante despropósito? ¿Es tolerable, amable lector, que esos gobernantes que hemos mencionado hayan sido tan miopes –o sin duda tan irresponsables– que no hayan comprendido las auténticas necesidades que tiene este país? ¿O es que acaso ellos prefirieron sacrificar al Perú para beneficiarse con la construcción de obras y/o proyectos que favorecieran sus intereses robándole a nuestra población?