Cuidado con incendiar la pradera
La noche del miércoles tuvo lugar una actividad dizque espontánea entre el presidente de la República, el premier, dos integrantes de su Gabinete y un grupo de dirigentes populares en el recinto de Palacio de Gobierno. En la cita los ministros entraron en una especie de franca competencia en adulaciones y loores a la gestión del Ejecutivo y quien lo lidera, a la sazón su jerárquico superior, el jefe del Estado Pedro Castillo. Hablaron de mística, de decencia, de supuestos liderazgos, de personas del entorno familiar del Presidente que se sacrificaban por la democracia, etc., en suma frases surrealistas que dan cuenta del divorcio de nuestros gobernantes con la calle, con el ciudadano de a pie, que en un 70% le cree poco o nada al señor Castillo, en tanto que un 67% desaprueba cómo conduce el Gobierno, según reciente Encuesta Nacional del Instituto de Estudios Peruanos (IEP) de los primeros días de agosto. Son cifras sin duda demoledoras en la credibilidad y aceptación de quien dirige los destinos del país y su gestión con apenas doce meses en el cargo.
Es claro que el mandatario y sus ministros viven una realidad paralela del país, les hace falta lo que siempre se reclama a las autoridades, “cable a tierra”, esto es, conexión directa con los gobernados, no con asesores ni personal de confianza que muchas veces queriendo granjearse la simpatía de sus jefes, no se atreven a contradecirles ni a decirles la verdad del estado de las cosas.
Si ya de por sí causó vergüenza ajena escuchar de los ministros, sus elogios desmesurados, la cosa trepó a mayores cuando el presidente del Consejo de Ministros en un rapto de efervescencia política hizo un llamado a los dirigentes a defender la democracia “con la propia vida”, en alusión al Informe de la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales del Congreso, favorable a la inhabilitación de todo cargo público al presidente Castillo por supuesta “traición a la patria”, que deberá votarse próximamente. Entre sus peticiones, el premier también solicitó a los gremios movilizarse a la capital para “hacer arrodillar” a los que él llama “golpistas”. No faltaron los aplausos de los asistentes ante el afiebrado discurso, que esperemos no repercuta en actos de protestas o movilizaciones que pongan en peligro la propia vida de los manifestantes y de los ciudadanos en general, así como la propiedad pública y privada.
En toda democracia es válido disentir y se reconoce el derecho a la protesta, pero todo esto en los cauces pacíficos y en el marco de la legalidad; el país no está para enfrentamientos entre los propios peruanos, ni caos popular, por lo que hago un llamado a la sensatez del Ejecutivo, a no jugar con fuego, porque una pequeña llama puede incendiar la pradera con resultados de pronóstico reservado, que les será demandado.
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