¡Cuidado!, la paz mundial no se impone

Habría que ser muy inocente para haber creído en lo dicho por el presidente norteamericano, Donald Trump, cuando manifestó que en “dos semanas decidiría si los EE. UU. intervendrá o no en el conflicto Israel–Irán, si no se logra alcanzar la paz”. Pues, como es lógico, las estrategias y formas de actuación en un conflicto bélico no se anuncian con anticipación, con relación al momento en el que se considera “pertinente” actuar, sino, por el contrario, se procede de sorpresa.
Por la cercanía política e ideológica que Estados Unidos tiene con Israel, era obvio que, en algún momento, el país del norte efectivizara su apoyo militar a la posición israelí y que, según lo manifestado por el presidente Trump, ha resultado ser un “éxito total” haber atacado tres instalaciones nucleares iraníes, ubicadas en Fordow, Natanz e Isfahán.
(Por su puesto -> Por supuesto) que la intervención norteamericana en el referido conflicto ha merecido el agradecimiento, por el ataque “audaz”, de parte del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, quien, por su afán de conseguir el control del grupo de los países del Medio Oriente, sigue incrementando agresiones militares en Gaza (con el resultado de más de 60,000 víctimas humanas inocentes) y, ahora, se suma el pueblo iraní.
Es lamentable, pero cierto que, tal como lo manifesté en mi columna del pasado 6 del presente mes, el papel de la ONU sigue siendo ineficaz, a pesar de que su Carta (como estatuto del más importante organismo internacional del mundo) obliga a actuar con miras a garantizar el mantenimiento de la paz internacional.
Se sigue cometiendo el delito (lesa humanidad -> de lesa humanidad), por parte de la autoridad israelí, a la que se ha unido, como “cómplice interesada”, la gran potencia del norte, y el mundo está a la espera de cómo reaccionará Teherán, a través del presidente iraní, Masoud Pezeshkian, en respuesta a la extensión del conflicto originado por Israel.
Se atribuye la justificación del ataque (Israelí -> israelí) y la intervención norteamericana, al interés iraní de continuar con la fabricación de armas nucleares, pero poco se dice y menos se comenta por parte de los analistas especializados respecto a: ¿qué hacen las grandes potencias con sus arsenales nucleares? ¿Acaso no es cierto que, mientras se exige que “otros países” dejen de elaborar ojivas nucleares, los Estados que cuentan con el mayor número de estos artefactos de exterminio humano “no mueven un dedo” por reducir su capacidad bélica-nuclear?
Pareciera ser que, con el siempre objetivo de dirigir la forma cómo se debe de comportar la sociedad internacional, las grandes potencias se sienten como “invitadas obligadas” a intervenir en cuanto conflicto bélico se produce y/o cuando se atenta en contra del sistema democrático en el funcionamiento interno de los países, dando lugar a que necesariamente el mundo gire en función de los objetivos que tienen los Estados para garantizar su poder hegemónico.
Es decir, la democracia en el ámbito interestatal no es fuente de motivación en su accionar dentro de la comunidad internacional.
En consecuencia, estamos condenados a que todos los pueblos del mundo nos convirtamos en simples espectadores de una carrera armamentista que no tiene cuándo acabar, por cuanto pareciera ser que los países poderosos económica y militarmente siguen inspirándose en la frase del escritor romano Publio Flavio Vegecio Renato, cuando manifestó: “Si quieres paz, prepárate para la guerra”.
En cambio, en el mundo actual, lo que necesitamos es que, para conseguir la paz, requerimos que la voluntad y aspiración de los pueblos de todos los continentes sea la fuente de inspiración de la conducta y comportamiento de los gobernantes; pues, en sus manos están las decisiones que hagan posible lograr una verdadera convivencia pacífica (internacionales -> internacional).
Razón por la cual, la paz que se trate de imponer, será efímera y poco o nada duradera; pues, dependerá el tiempo de su duración, lo que la gran potencia desee.

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