Da a tu siervo un corazón dócil para discernir el mal del bien
Queridos hermanos, estamos ante el Domingo XVII del Tiempo Ordinario. La Primera Lectura es del libro de los Reyes y dice que Dios se apareció en sueños a Salomón y le dijo: “Pídeme lo que quieras”. Salomón le dice: “Señor, Dios mío, tú has hecho que tu siervo suceda a David, mi padre, en el trono, aunque yo soy un muchacho y no sé desenvolverme. Tu siervo se encuentra en medio de tu pueblo, un pueblo inmenso, incontable, innumerable. Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el mal del bien, pues, ¿quién sería capaz de gobernar a este pueblo tan numeroso?”. Salomón le pide al Señor el don de discernimiento, de gobierno.
Lo más importante para el cristiano es el discernimiento, saber ¿qué tengo que hacer?, ¿cuál es la voluntad de Dios sobre mi persona, sobre los que me rodean? Le responde el Señor a Salomón: “Por haber pedido esto y no haber pedido para ti vida larga ni riquezas ni la vida de tus enemigos, sino que pediste discernimiento para escuchar y gobernar, te cumplo tu petición: te doy un corazón sabio e inteligente, como no lo ha habido antes ni lo habrá después de ti”. Dios premia a Salomón, por no haberle pedido dinero, ni oro ni plata, sino sólo el don del discernimiento, el Señor se lo dio. Esto es muy importante porque a veces nosotros le pedimos a Dios sólo salud, dinero y amor, no pedimos el don de la fe, del discernimiento ni la sabiduría. Pues bien hermanos pidamos el Espíritu Santo y veremos que nuestra vida es distinta.
Respondemos con el Salmo 118: ¡Cuánto amo tu voluntad, Señor! Mi porción es el Señor; he resuelto guardar tus palabras. Yo amo tus mandatos más que el oro purísimo. Tus preceptos son admirables, por eso los guarda mi alma.
La Segunda Lectura es del apóstol San Pablo a los Romanos y dice: Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien: a los que ha llamado conforme a su designio. Dios ha querido que seamos su imagen en el mundo, que tengamos el espíritu de Jesús, que demos gloria a Dios amando. Cristo glorificó así a su Padre, amando hasta una muerte y muerte de cruz.
El Evangelio, que es de San Mateo, nos habla de qué nos ofrece la Iglesia: del Reino de los Cielos. Y dice que se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. ¿Has encontrado el Reino de los Cielos? Va, vende, todo lo que tienes y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo.
Continúa Jesús diciendo: El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra. ¿Has encontrado la perla de gran valor que es Jesucristo? Lo que necesita el hombre no son las riquezas, ni llenar la barriga de cosas, sino llenar el corazón de Dios.
Por último Jesús añade: El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Dios te ha metido en esta red que es la Iglesia, te ha llamado para que experimentes el amor de Dios.
Con este confinamiento que hemos vivido Dios nos ha dado sabiduría. ¿Qué valores ofrece la pandemia? La FAMILIA, la solidaridad, el poder escuchar la Palabra de Dios. Esa es la sabiduría que hoy puedes ofrecer a tus hijos.
Que la bendición de Dios esté con todos ustedes.
Obispo emérito de la Diócesis del Callao