De “aquende y allende”
En el Ayuntamiento de Salamanca, Ciudad de Cultura y Saberes, se desarrolló exitosamente, entre los días 15 al 18 de octubre, el XXVI Encuentro de Poetas Iberoamericanos, evento donde la palabra fue coronada como la dueña de todo lo imaginado e imaginable y donde confluyeron poetas provenientes de ambas vertientes del idioma. El poeta peruano-español Alfredo Pérez Alencart, un apasionado e inagotable orfebre de obras de bien y de trascendencia para la humanidad, hizo gala de una impecable organización, como quien hilvana, verso a verso cada detalle de un poema mayor cuyo pulcro reflejo estuvo irradiado en el joven poeta José Alfredo Pérez. Es monumental la labor que realiza como embajador de la palabra cuyo resultado mayor son las veintiséis ediciones continuas como ejemplo a imitar en todas las actividades humanas. Sostener un difícil trabajo solo lo puede conducir alguien dotado de una especial genialidad y pasión por la cultura, por la poesía en especial.
Los diversos escenarios donde se realizó el Encuentro tuvieron la estela que hacía que en cada momento se respirara siglos de cultura. La patria espiritual de Unamuno nos recibió con la calidez que proyecta siempre una inmensa luz; las huellas del Lazarillo de Tormes siguen siendo guía para recorrer cada espacio de la ciudad cuyo mensaje abona para trabajar con mayor ímpetu valores que nos hagan cada vez más humanos, aunque esto sea más difícil; y el Cantar de los cantares de Fray Luis de León resonó tan peligroso ante el status quo tan igual como antes.
El Encuentro rindió homenaje al poeta español Jaime Siles y a la poeta costarricense Mía Gallegos; se premió a los poetas José Luis García Herrera e Ivonne Gordon, ganadores del X Premio Internacional de Poesía “Pilar Fernández Labrador”; también recibieron la distinción de Huésped por el Ayuntamiento de Salamanca los poetas Rafael Soler, de España, y Alejandro Rejón Huchín, de México; y, en la misma ceremonia entregaron la Medalla “Fray Luis de León” de Poesía Iberoamericana a nuestro compatriota, el poeta Carlos López Degregori.
Definitivamente, en Salamanca, la ciudad de la eterna poesía, las estrellas se alinearon para que los abrazos estrechados sean siempre de hermandad a prueba de balas entre poetas de “aquende y allende”; y estoy muy seguro de que la alborada de los venideros días serán ventanas siempre abiertas por donde la poesía, elegantemente vestida y llena de vitalidad, recorra Iberoamérica y el mundo con su mensaje de hermandad y paz
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