De la bicameralidad a la eternidad: estamos salvados

El retorno de la cámara de senadores ha sido recibido con un entusiasmo desmedido, como si fuera un mayúsculo avance para recuperar una solidez institucional que nuestro país nunca ha tenido. ¿Cuánto durará el paso de la ilusión al desencanto democrático? Quizás peco de cínica, pero esa votación abrumadora es simplemente el resultado de la ambición cesárea de los actuales congresistas que están muy cómodos y no quieren dejar la teta del Estado. Imposible conseguir que se pongan de acuerdo para buscar soluciones a los grandes problemas nacionales, pero cuando se trata de prebendas y gollerías, las reclaman a una sola voz. Los generosos bonos acordados durante el 2023 son una muestra adicional de que cuando se trata de llenar los bolsillos propios y de su entorno, lograr consenso es muy fácil.

¿Qué garantiza que la bicameralidad evitará las usuales fricciones entre el parlamento y el gobierno que tanto dañan la estabilidad política del país? ¿Qué nos asegura que se darán leyes reflexivas y mejor pensadas? Nada ni nadie.

Permitir la reelección indefinida y que puedan postular al Senado menores de 45 años si cuentan con experiencia parlamentaria era la fórmula para contentar a todos y se logró. Si no tienes materia prima nunca tendrás un buen congresista, aunque se reelija indefinidamente. El transcurso del tiempo no necesariamente hace buenos parlamentarios, pero si puede perfeccionar las malas prácticas.

Me parece inaceptable que el fujimorismo (Moyano) intente justificar el golpe de 1992, sosteniendo que hace 30 años la unicameralidad era necesaria para tener un Congreso más ágil, para dar medidas rápidas para combatir el terrorismo y la hiperinflación, mientras que hoy se requiere de uno más reflexivo, con mayor debate, que les permita reconectarse con la población. Por vergüenza, debieron quedarse callados. El problema de los peruanos es que no tenemos memoria y casi todo lo pasamos por agua tibia.

Hoy también necesitamos velocidad; la inseguridad ciudadana y el pobre crecimiento económico no esperan. Además, la rapidez depende del ritmo que le impongan las comisiones (su presidente en particular), la capacidad de negociación de los congresistas y la permuta de favores lograr los votos. Las leyes se negocian más que se analizan y mientras sigamos teniendo caudillos con un partido a su servicio, el Senado será un espacio más, para acceder al poder.

Para más inri, los mal llamados partidos políticos, son incapaces de escuchar a sus ciudadanos y permanecen enredados en sus propias batallas olvidándose que su razón de ser es defender el bien común y el interés general de la nación que gobiernan o aspiran a gobernar. Su autoridad deviene de un voto ciudadano desinformado, engañado, comprado o emotivo. Pocos son aquellos que estudian a los candidatos y los planes de gobierno. La gran mayoría se deja encandilar por imágenes, bailecitos o historias de éxito, es la telenovela que más gusta. No poder educar al electorado trae gravísimas consecuencias. Por ejemplo, una de las razones por las que el Congreso es tan impopular es porque la ciudadanía ignora o no comprende que no tiene iniciativa de gasto. Podrá tener muchísimo poder, pero quien realmente mueve la maquinaria del Estado y tiene responsabilidad sobre el prometido puente, hospital, colegio o carretera es el Ejecutivo y sus mil caras, los gobernadores regionales y los alcaldes.

Ante la gravedad que significa poner el destino del país en gente tan poco preparada o con prontuario, el gasto podría resultar anecdótico. Sin embargo, hoy el Congreso es una gran agencia de empleos; destina más del 70% de su presupuesto al pago de planillas que este año aumentaron en S/ 204M respecto del 2023. La austeridad solo funciona para el prójimo. Inadmisible que 130 legisladores requieran cerca de 3,500 empleados. ¿60 congresistas más? Pues hagan las matemáticas.

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