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“De pie, fuerte y valiente: una promesa de amor a nuestros hermanos de cuatro patas”

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Fecha Publicación: 07/08/2025 - 22:00
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Chelsea partió. Mi compañera de vida, mi perrita amada, cerró sus ojitos para siempre después de doce años de entrega incondicional. Luchó hasta el último aliento contra un tumor en el hígado. Se caía, se desvanecía… pero volvía a levantarse. Y en cada recaída, cuando la fuerza le faltaba, yo le susurraba: “De pie, fuerte y valiente”, como si entendiera el alma de esa frase. Chelsea se paraba una vez más, porque el amor, como la esperanza, también da fuerzas, y ella me lo enseñó hasta el final.
Esta columna no es solo un homenaje, es un llamado. Lo vivido con Chelsea no es un caso aislado; es el reflejo de millones de vínculos que nos transforman, nos despiertan, nos enseñan. Es también una denuncia contra un país que aún no ha entendido que los animales no son cosas, ni adornos, ni estorbos. Son seres sintientes, hermanos menores, compañeros de viaje en este mundo convulsionado.
Hoy, mientras muchas mascotas viven rodeadas de cuidados en hogares responsables, miles más sufren abandono, maltrato e indiferencia. Los albergues están abarrotados, desbordados y, muchas veces, olvidados por el Estado. Y lo más grave: el Perú carece de una política nacional sólida, sostenible y eficaz que proteja verdaderamente a nuestros animales.
Esta columna nace desde el dolor, sí, pero también desde el amor y la indignación. Porque la indiferencia institucional también es una forma de violencia. Los animales merecen leyes claras, presupuestos asignados, campañas de concientización. El Perú necesita una política nacional de bienestar animal con enfoque preventivo, educativo y sancionador.
Urge fomentar la adopción, fortalecer albergues, castigar el maltrato con severidad, controlar la reproducción de manera ética y, sobre todo, educar con amor y respeto por toda forma de vida.
Países como Alemania incluyen la protección animal en su Constitución. En India, el maltrato se castiga con rigor y se reconocen los derechos de los animales como seres vivos. Costa Rica prohibió espectáculos que los explotan, y en sus escuelas se enseña educación ambiental. En Chile y Colombia se han dado pasos hacia el reconocimiento jurídico del bienestar animal.
¿Por qué no el Perú? ¿Por qué no convertirnos en ejemplo de compasión y respeto? ¿Por qué no asumir, desde el Estado, una nueva relación con nuestros hermanos de cuatro patas basada en la ética, el cuidado y la ternura?
No se trata solo de proteger animales. Se trata de sanar nuestra cultura desde el amor. Un país que no respeta la vida no puede llamarse desarrollado. El próximo gobierno debe entender que el verdadero progreso no es solo económico: es moral, espiritual, humano. Y en ese nuevo pacto social, los animales también deben tener voz.
Chelsea me dejó un legado: la certeza de que el amor no se rinde, que la ternura es resistencia. Que hay que levantarse, incluso cuando todo duele. Hoy ella descansa, pero su mensaje vive. Y como ella, el Perú también puede ponerse de pie, fuerte, valiente, y con un corazón más grande.

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