De su propia medicina
El incapaz Pedro Castillo ha recibido tupido de su misma medicina. Nada menos que desde Huancayo, capital de Junín, el otrora epicentro de poder del partido Perú Libre. Región saqueada por el afiebrado comunista Vladimir Cerrón, quien lo llevó de manera ladina a la presidencia de la nación porque, al ser condenado él mismo como corrupto por el poder Judicial, aquello le impidió postular a la jefatura del Estado en el proceso electoral del año pasado. Durante cinco días seguidos, la población huancaína sitió la ciudad y protestó violentamente contra el alza del costo de vida, enrostrándole a Pedro Castillo frases de grueso calibre por haber calificado de “vendidos a la derecha” a los dirigentes sociales que organizan las pertinaces protestas contra el régimen oficialista. Protesta justificada por la brutal alza del costo de vida, producto de la incapacidad del régimen Castillo para enfrentar el caos que él mismo ha impulsado en todo el país con mensajes violentistas y arengas crispantes, dirigidas a consolidarse en el poder como líder de un movimiento rojo, decidido a imponer un régimen bolchevique mediante una asamblea constituyente al estilo Venezuela.
Castillo ha quedado retratado como lo que es. Un afiebrado dirigente sindical sutepista acostumbrado a gritar, arengar pero sobre todo a generar violencia en las calles limeñas contra el gobierno de turno. Un vil matón disfrazado de humilde maestro, reclamando a nombre de un sindicato que representa al movadef; vale decir, a sendero luminoso. Con semejante antecedente se encumbró en las filas extremistas y, gracias a esa campaña de la izquierda caviar –el voto contra Keiko– equivocadamente orientada a subirse al carro de Castillo para cogobernar con él, ganó la elección. Pero de allí a engañar todo el tiempo a toda la población hay una distancia sideral. Karma que Castillo jamás pudo a superar. Se quedó en la suela del zapato de las grandes mayorías. Y aquello ya quedó plenamente demostrado ayer en la región Junín; particularmente en su capital Huancayo. Repetimos, centro neurálgico de las huestes marxistas/leninistas del condenado por corrupción Vladimir Cerrón, jefe espiritual y marionetista político de Pedro Castillo Terrones.
Salvo su afiebrada defensa de los intereses canallescos del terrorismo, disimulada tras su imagen de sindicalista magisterial –que le permitió alcanzar una plataforma política que la utilizó para postular a la presidencia del país–, Castillo ha fracasado estrepitosa, inequívocamente como líder de una nación. Y con mayor razón –precisamente porque no ha hecho otra cosa que exacerbar el odio (uno de los peores complejos humanos) entre los peruanos, y endiosar a aquellas huestes genocidas de sendero sirviéndoles de líder sindical– Castillo es un fracaso monumental, aún como aspirante a presidente.
El Pueblo –esa entelequia a la que abusiva, miserablemente tantas veces ha apelado este mequetrefe disfrazado de jefe de Estado– colocó a Pedro Castillo Terrones en el poder, engañado por el comunismo aliado con los caviares. Sin embargo, ese mismo pueblo –hoy profundamente decepcionado por un don nadie– se encargará de echarlo de palacio de gobierno más rápido de lo que usted imagina, amable lector.
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