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De toxicidades

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Fecha Publicación: 04/11/2019 - 21:00
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Las historias intensas se hacen de seres intensamente tóxicos, de seres que se aniquilan entre sí. Veía una historia hecha película (Argentina), basada en una novela homónima de Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo, “Los que aman, odian”, dirigida por Alejandro Maci. Es una casa de playa cuyo aire se enrarece por los protagonistas y por el calor agobiante entre ventanas cerradas, la veleidosa Mary Fraga hace de las suyas.

Un médico homeópata, Enrique Hubermann se enamora locamente de ella. Es tentado y rechazado, tentado y rechazado una vez y otra hasta que su ánimo se destruye porque a Mary solo le importa gustar y para gustar tantea diversos terrenos solo para exhibirse como es, engreída y provocadora. Ella no ama, pero produce tormentos porque produce amor, amor para recibir, no para dar. Hubermann y otros hombres la siguen sin éxito. Inestable y nada dúctil, torna a los hombres en animales dolientes y rabiosos que se retuercen entre celos y prisas por alcanzarla…Habitamos un mundo cargado de toxicidades, uno en el que tan diversos como peculiares seres pueden despertar lo peor que habita en nosotros, de allí el título y el trágico final que se lo dejo en pantalla y libro.

Tras huir de la tragedia que Bioy y Silvina inventaron con un personaje tóxico en su extremo, descubro que en el Teatro Británico se presenta la imprescindible “Hedda”, de Henrik Ibsen, protagonizada por la actriz Gisela Ponce de León. Hedda se casa, pero no ama a su esposo, vive obsesa con el aburrimiento: “A veces creo que solo sirvo para una cosa en este mundo y es para aburrirme mortalmente”. Él le da amor, ella solo necesita de él. Hedda no solo tiene pulso para destruirse sino para destruir la vida de los otros. Como Mary, de Bioy, tiene un encanto travieso y magnético, pero manipula con trampa porque corta el corazón y, lo peor, lo hace deliberadamente.

Baruch Spinoza se refería a esos malos encuentros que nos fortalecen o nos envenenan, uno de ellos es Paul Mallen, del drama “Gaslight”, de Patrick Hamilton, convertido en película dos años después (versión británica y estadounidense). El protagonista manipula, mueve cosas dentro de la casa, crea pequeños fenómenos “mágicos” para que su esposa Bella asuma que está enloqueciendo. Ella toca los perversos lindes de aquella angustia inducida.

Tantas y tan variadas son las toxicidades que nos exhiben la realidad y la ficción.