Decadencia de la justicia
Es difícil recordar una peor situación de la Justicia en nuestro país. En la década del 80’ la elección de jueces supremos se efectuaba en el Senado, cámara que decidía en función de ternas propuestas por la Corte Suprema; existía un componente político, por cierto, pero la decisión era transparente y asumida por personas legitimadas por el voto democrático del electorado; además, los resultados solían ser satisfactorios debido a la calidad promedio de los senadores y al escrutinio de la prensa y opinión de la Academia.
Por lógica consecuencia, el nivel de los jueces y fiscales supremos era elevado, con muy pocas excepciones, se trataba de juristas con reconocida trayectoria profesional, con libros que realmente eran estudiados en las facultades de derecho, no los mamotretos que presentan los candidatos actuales, a veces cuatro o cinco supuestamente escritos en un solo año, y que, por supuesto, nadie otorga valor teórico alguno. La jurisprudencia que producían era reconocida por su claridad y racionalidad, sin necesitar como ahora de cuarenta o cincuenta folios para tratar de explicar, sin éxito, una decisión absurda.
En el caso de los fiscales, se trataba de hacer carrera en función de sentencias condenatorias logradas con igualdad de armas, frente a defensas bien fundamentadas, no como es usual hoy en día, en que los personajillos adquieren relevancia a lo largo de muchos años de investigaciones mal conducidas, con mucha exposición en medios, pero sin resultados tangibles.
Por supuesto, siempre hubo críticas fundadas, alguna dosis importante de corrupción, que sirvió de pretexto para la intervención del PJ en el régimen de Fujimori y la adopción de un Tribunal de Honor para el nombramiento de nuevos supremos, experiencia que no fue negativa, por cierto. Luego, llegó la época del CNM, que, al igual que la primera composición de la JNJ, fue infiltrado por la mafia que actualmente controla parcialmente la administración de justicia, desde las sombras de un poder sin ninguna legitimidad democrática, habiendo utilizado maliciosamente la técnica aparentemente aséptica del concurso público, pero que, como todo peruano sabe, casi siempre son amañados desde su convocatoria, determinando términos de referencia según el CV de quien debe obtener la plaza, y si no es suficiente, la entrevista personal rebajará la nota de los mejor calificados y consignará la nota máxima al favorito del poder oculto.
Así han logrado convertir en fiscales supremas y superiores, por ejemplo, a personas sin ningún mérito intelectual, académico o profesional, con tesis extraviadas, cursos y seminarios falsificados, producción académica copiada, solo porque acordaron subordinación a la ONG que maneja las riendas de la injusticia, con la clara intención política e ideológica de destruir los cimientos de la sociedad que aborrecen, para intentar construir una nueva y diferente, sobre bases socialistas.
Solo así se explica la impostada indignación por la sensata modificación de la ley de pérdida de dominio, arma inconstitucional utilizada en contra de enemigos políticos, y la absoluta indiferencia por la criminalidad violenta que atormenta al ciudadano común, gracias a las benévolas interpretaciones de jueces y fiscales, siempre en favor del asesino y del extorsionador.
Es enorme el reto que tiene la actual JNJ, para tratar de revertir esta vergonzosa situación.
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