Dejemos de lamentarnos y busquemos soluciones
No nos engañemos, la gestión pública en el Perú es una calamidad. Hoy la incapacidad tiene la cara del funcionario público peruano. Toda la plata del mundo no puede con la mediocridad, ineficiencia y corrupción de estas autoridades, no solo para ejecutar obras mínimas de prevención de desastres –aunque no reditúen ganancias ni votos ni adulación– sino para hacer una simple posta médica. Las autoridades subnacionales son un lastre, son el reflejo más emblemático de que en nuestro país tenemos un gravísimo problema de carencia de personas probas y capaces. En promedio cada municipalidad tiene 78 proyectos activos, pero 70% de ellos con más de tres años sin ejecución. Están desbordados y la inmensidad de la tarea les produce parálisis.
La descentralización es un fracaso y la mejor prueba es que a pesar de las millonarias cantidades de dinero recibidas por las autoridades, especialmente por aquellas cuyas regiones son generosas en canon, seguimos arrastrando las mismas carencias por años. Hay que hacer reformas radicales. Estamos atrapados por este perverso sistema de caciques políticos que no creen en el país sino en sus bolsillos y por autoridades endiosadas y blindadas por su entorno, que prefieren quedarse de brazos cruzados.
Necesitamos velocidad en la toma de decisiones. El Ejecutivo tiene que dar la cara y participar con eficiencia y pragmatismo. Le dan demasiadas vueltas a la solución de problemas esenciales. Hay vidas en juego. Ya deberían haber decidido que la recién creada ANI absorba a la ARCC y asuma de inmediato la tambaleante reconstrucción del Norte. En simultáneo, deberían suscribir un convenio con el Ministerio de Defensa para que, a través del Ejército, se hagan obras indispensables: defensa ribereña, encauzamiento de ríos, optimización de drenajes, así como reubicar las prohibidas construcciones en las fajas marginales de los ríos, a fin de mitigar los daños exponenciales que se avecinan por el Niño Costero.
La ANI no se puede convertir en otro Fondo de Adelanto Social, entidad creada a inicios del 2017 con un presupuesto inicial de S/ 50M, destinada a financiar proyectos de inversión pública para cubrir brechas sociales. Una pomposa entidad que solo engrosó el gasto corriente, cero resultados. Siempre el pasado viene a visitarnos y generalmente vestido de fantasma, pero no podemos permitir que suceda nuevamente.
El calentamiento anómalo y persistente del océano Pacífico es una verdad inexorable. No sabemos exactamente si será moderado o grave pero El Niño impactará al país y hará extremadamente pobres a aquellos que siempre lo pierden todo. ¿Alguien se habrá dado el trabajo de averiguar cuál es la situación del más de un millón de personas damnificadas en el 2017?
Se gastan miles en simulacros para sismos, en mochilas de emergencia que es necesario renovar con cierta regularidad sin tener exacta certeza del evento, sin embargo, hay una indiferencia inaceptable respecto del Niño Costero que está a la vuelta de la esquina. Ha transcurrido más de la mitad del año y solo se ha gastado el 25% de los recursos asignados a las regiones para prevención. No tienen ningún sentido de urgencia.
Reducir las consecuencias nefastas de todo desastre es prioridad de toda política pública, más aún si el fenómeno ha sido anunciado con mucha anticipación y se conocen sus consecuencias. La Cenepred no es una sigla más en el laberinto burocrático en el que estamos obligados a movernos, sino una entidad que capacita y da asistencia técnica a las autoridades subnacionales, para la elaboración de planes para enfrentar y gestionar riesgos. Son de obligatoria ejecución, pero ninguno lo respeta. Se llenan de excusas y evitan rendir cuentas.
¿Hasta cuándo? El Perú necesita cambios radicales y un gobierno valiente que los implemente. ¿Se la jugará Otárola? Al final, es quien manda.
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