Del mar interior de América
Del aire aprendimos la tremenda lección de retener lo arbitrario, de hacernos los locos ante una indeseable despedida y a no cerrar jamás los ojos ante la caída de los pájaros de las ramas de los árboles sumisos. Y, por qué no, a no olvidar la forma, color y sabor de las huellas que dejamos en caminos que, a pesar de estar borrándose, siguen estoicos esperando que volvamos a transitar por ellos.
Pienso en La Santa Hermandad de la Orquídea, una cofradía de poetas, liderado por Godofredo Iommi Marini, quienes se reunieron en 1939 para trenzar voluntades y sueños y hacer que este mundo sea eso, un mundo. Por eso recorrieron la Amazonía haciendo poesía. Todos ellos se armaron con el valor de la lealtad a toda prueba. Ellos designaron a la ciudad de Santa Cruz de la Sierra como la capital poética de América en 1965.
Desde esa bella ciudad en los llanos orientales de Bolivia, llega esta bella antología trabajada por la poeta Gigia Talarico que en su travesía recoge una muestra de poesía de 39 poetas de todo el continente.
La muestra recoge a cuatro poetas peruanos, pero la antología va más allá como para dejar constancia de que la poesía trasciende las fronteras y por el contrario amplía los caminos para escribir nuevos versos de ese poema que iniciaron los miembros de la Santa Hermandad, para dar continuidad al poema Ameraida en referencia al verbo “americar” y como semilla en tierra firme conjugar la patria nueva, la patria grande, la patria en cuyo suelo los versos sean apenas vías por donde viajen nuestros sueños, todos irradiando frutos.
“Recuperamos y honramos a estos poetas, su búsqueda en el Interior de América, trasladándola a 80 años después, con todo lo que eso implica en tiempo y en cambios, constituyéndonos en Poetas del mar interior de América”, escribió Gigia Talarico quien junto a Homero Carvallo y Sandra Concepción Velasco dan vida y continuidad a los sueños de La Santa Hermandad de la Orquídea.
“Este libro es plural, americano y universal”, señala Homero Carvallo y la lectura de cada uno de los poemas de los diferentes poetas da fe de ello y se apuntala como soporte de una obra mayor que divisa, con absoluta claridad, el horizonte que es la propia humanidad. Por eso los poetas de ayer y hoy tienen como misión, en cada uno de sus actos, honrar a la poesía como quien honra a la palabra o a la vida misma, cada quien desde su esquina pensando que es también esquina de los poetas que llegarán mañana.
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