Del ronroneo al rugido, miremos Argentina
La comparativa entre “El gato ron ron”, canción presidencial, y “El león argentino” simboliza un contraste marcado: por un lado, un gobierno, liderado por Boluarte, que parece enfocado en perpetuar el statu quo y sobrevivir hasta 2026, eludiendo abordar problemas críticos como la inseguridad y la corrupción. Por otro, la figura del “león argentino” representa una Argentina que, pese a enfrentar crisis, optó por tomar medidas audaces para cambiar su panorama. La escasa aceptación de Boluarte, del 4%, junto con el rechazo hacia las iniciativas de diálogo de Avanza País, Podemos y Rafael López Aliaga, reflejan su aislamiento político y su falta de capacidad para dirigir y resolver los problemas nacionales, agrandando la preocupación de caer en una parálisis y carecer de visión para superar la recesión. Es alarmante que el país no avance en proyectos cruciales de infraestructura, como las Líneas 2 y 3 del Metro de Lima, permita el incremento de la criminalidad y otorgue impunidad a figuras como Cerrón, socavando la credibilidad gubernamental.
Así, gana fuerza la teoría de Hernando de Soto sobre la “partidocracia” en el gobierno de Boluarte, donde el poder se concentra en unas pocas manos sin fiscalización efectiva, operando a manera de oligarquía. Boluarte ha dejado pasar muchas leyes del Congreso sin objeciones, revelando un acuerdo no declarado entre el Ejecutivo y el Legislativo para coexistir en el poder hasta 2026 sin confrontaciones. En contraste, Argentina enfrenta a sus opositores y ha introducido numerosas reformas al Congreso, logrando reducir la inflación al 4% en cinco meses.
Bajo la guía de Javier Milei, Argentina ha adoptado un rumbo firme hacia reformas pro-mercado y busca transformarse en un exportador mundial de gas, destacándose en el sector energético con proyectos como el oleoducto de Vaca Muerta y promoviendo incentivos para atraer inversión extranjera durante 30 años. Estas acciones han sido fundamentales para revertir décadas de déficit energético y comenzar a generar superávit. Perú podría tomar el ejemplo de esta orientación hacia las reformas estructurales que fomentan la inversión privada y la modernización de su sector energético, en lugar de persistir en la inversión en entidades estatales quebradas como Petroperú.
Mientras Milei manifiesta un liderazgo incisivo y una perspectiva a largo plazo, centrado en reconstruir la imagen de Argentina y captar inversiones significativas, Boluarte parece más interesada en conservar su posición hasta 2026, sin encarar los retos fundamentales del país. Argentina ha emprendido una clara estrategia de comunicación para evidenciar sus progresos y atraer inversiones, como demostró Milei en su discurso en Chile durante el evento de Gas Andes. Este foco en la comunicación ha sido clave para modificar la percepción internacional sobre Argentina. En contraposición, el gobierno de Boluarte no ha ejecutado una estrategia comunicativa efectiva, ni ha mostrado un compromiso firme para construir confianza entre los inversores, reforzando la imagen de un gobierno estancado y alejado de las necesidades económicas del país.
Si el gobierno peruano persiste en esta parálisis, las repercusiones a largo plazo podrían ser catastróficas para la economía y la atracción de inversiones. Actuar significa garantizar la seguridad ciudadana, capturar a Cerrón, observar la Ley del “Perro Muerto” y otras legislaciones que propician incertidumbre jurídica, reestructurar Petroperú con apertura al capital privado, impulsar proyectos de infraestructura clave, realizar reformas económicas que incentiven la inversión privada y reformular la estrategia comunicacional gubernamental basada en acciones efectivas para restablecer la confianza. La comparación entre Perú y Argentina debe servirnos de lección sobre la importancia de actuar decididamente en tiempos de necesidad nacional.
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