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Democracia de calidad
En todas las épocas de la historia, los aspirantes a dictadores trataron de debilitar a los grupos sociales que intermedian entre el individuo y el gobernante; la posibilidad de influir directamente sobre el pensamiento y actitudes de cada súbdito o ciudadano fue siempre el deseo más grande de todos los tiranos y demagogos. Por eso, la democracia representativa no solo se sustenta sobre organizaciones políticas estables y programáticas, sino también en el entramado de grupos sociales que integran a los individuos según sus tendencias sociales, intereses laborales, formas de distracción y esparcimiento, preferencias culturales, gustos de consumo, etc. Mientras más denso y complejo es el entramado, más protegido estará el ciudadano, porque el gobernante tendrá más dificultad para manipular el humor de las personas; podemos concluir entonces que las libertades y la calidad de la democracia dependen de lo alejado que pueda estar el Poder Ejecutivo de cada ciudadano.
Por el contrario, el parlamentario, que es el intermediario de las tendencias, intereses y necesidades de sus electores, necesita estar muy cerca de quienes debe representar; entonces, los distritos electorales reducidos, aquellos que solo eligen uno o dos parlamentarios, mejoran la calidad de la democracia. Además, progresivamente, el distrito uninominal o binominal hace inútil el esfuerzo de las pequeñas organizaciones políticas, pues se debe obtener el primer lugar para lograr el escaño, no tienen ningún reconocimiento los perdedores en cada distrito electoral; eso condiciona la configuración del sistema de partidos, pues tienen mejores resultados quienes forman alianzas o logran conformar partidos políticos grandes, agrupando un número importante de intereses y tendencias ciudadanas, con programas estables en el tiempo, lo que fideliza a los electores, al tiempo en que se ven obligados a formar buenos candidatos, pues la lucha es directa, individual, sin la posibilidad de incluir aventureros o cazafortunas en listas parlamentarias.
De esa manera, el denominado “sistema electoral de mayorías” produce un bipartidismo imperfecto. Aunque intenten participar 20 partidos inscritos, el sistema induce indefectiblemente a que dos alianzas o dos partidos predominen, y terminen representando los valores de la centro-derecha y de la centro-izquierda, relegando a los extremos a una presencia casi testimonial. Ahora bien, no es casual que las grandes democracias tengan, esencialmente, solo dos organizaciones políticas capaces de liderar el gobierno, posiblemente acompañadas por un par de partidos pequeños que logran sobrevivir por los peculiares intereses de comunidades específicas.
Debemos apuntar a incorporar ese sistema en nuestra Constitución para mejorar la calidad de la democracia, acercando a representantes y representados, condicionando incluso la reelección a que puedan postular solo por el mismo distrito electoral.