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Democracia NO es Debilidad

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Fecha Publicación: 18/03/2019 - 21:30
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Una de las grandes batallas que debe librar nuestra democracia es contra el mundo ilegal, ese que parece haberse apoderado de todo cuanto está en nuestro entorno. Y debe ganar esta batalla para demostrar que las democracias no son sinónimo de debilidad. Las democracias se defienden hoy con fortaleza y vitalidad.

La ilegalidad se apoderó de calles y barrios, al punto de invadirlo todo y poner en riesgo la seguridad de vecinos y ciudadanos. La vemos cuando bandas de delincuentes realizan fechorías a diario y nuestras fuerzas del orden no pueden repeler esta amenaza social.

La vemos en el comercio ambulatorio, mal llamado “informal”, que camuflamos como estrategias de sobrevivencia hace 30 años, cuando Hernando de Soto explicó sus orígenes en “El Otro Sendero”; pero tras una generación de peruanos se han convertido en mafias de contrabando y comercio ilegal, que extorsionan y abusan de aquellos que sí quieren ser parte de la formalidad.

La vemos en los devastados territorios de la minería ilegal, esa que no tiene reparos en explotar sexual y laboralmente a niños y mujeres vulnerables, y que asesina a quienes denuncian su degeneración social, allá por Madre de Dios.

Hace bien –por ello– el Gobierno, cuando toma el toro por las astas e instala integralmente su institucionalidad. No solo con su brazo represivo, para definir nuevas reglas de juego en la zona intervenida, sino ofreciendo alternativas productivas a través de distintos programas públicos.

Hace bien también el alcalde de La Victoria cuando decide tomar por asalto el emporio Gamarra, enfrentando a esas bandas criminales organizadas, que no entienden de mesas de diálogo, porque escriben su historia a punta de golpes y balazos.

Estas acciones de gobierno son, sin duda, un gran acierto. Pero deben ir acompañadas de mucha estrategia de intervención social y servicios de inteligencia. Si no le damos ese soporte, los líderes visibles que hoy defienden la democracia corren el riesgo de ser vulnerables al instinto asesino de las fuerzas tanáticas, que se esconden tras las caretas de una indefensa expresión “popular”.

Hoy es un buen momento para no dar marcha atrás. Una democracia que aprende a defenderse y a ejercer la autoridad será lo suficientemente fuerte para enfrentar la ola totalitaria que busca dañar el tejido social. La clave es que esta lucha por una democracia que no es débil se sostenga en el tiempo para que no tenga vuelta atrás.