Depende de nosotros: la calidad de la política y de los políticos
El tan alto nivel de desaprobación ciudadana que hoy tiene la presidencia de la república y el Congreso, y que resulta ser insostenible al demostrar una ilegitimidad casi nunca antes vista, es consecuencia de que, hace varios lustros, se inició un proceso de desmejoramiento de la calidad de las personas que integran estos dos órganos estatales y que se refleja en el resultado de su gestión de gobierno cuando, entre otras inconductas, se evidencia la intención de buscar proteger sus intereses personales, como se comprobó con las reformas constitucionales que procuraron el retorno a la bicameralidad.
Independientemente de las concepciones ideológicas que motivan e inspiran el actuar de los integrantes de las organizaciones políticas que presentan candidatos a los diversos cargos que, por elección popular, acceden al manejo de la administración pública, lo cierto es que, en principio, corresponde al elector, al momento de emitir su sufragio, hacerlo con conocimiento de causa y en atención a la información previa que, se supone, debe conocer respecto al candidato que apoya con su voto, así como haberse informado de las propuestas programáticas que hace la agrupación política que lo postula.
Desde hace más de quince años, por iniciativa del Jurado Nacional de Elecciones, se estableció la necesidad de que los candidatos a una elección popular presentaran su hoja de vida en la que se deben consignar todos sus antecedentes personales, la cual tiene la calidad de declaración jurada para obligarlo a que diga la verdad. Ello, a fin de que el ciudadano, antes de votar, esté en condiciones de indagar sobre las características y antecedentes de la persona que recibirá su apoyo electoral y pueda así ser elegido.
Pero, este instrumento de información, conocido como el “voto informado”, lamentablemente, no es usado por el común de las personas; y solo sirve como insumo para los analistas políticos, pero no para el grueso de la ciudadanía que normalmente participa en política por impulso motivacional, lo cual explica la razón por la que hoy tenemos más de 30 partidos políticos inscritos, en condiciones de poder presentar candidatos a la presidencia de la república.
Respecto a los planes de gobierno que presentan las organizaciones políticas, el desconocimiento por parte de los electores es aún peor; pues, a pesar de que las propuestas pueden ser simplemente románticas, el ciudadano no tiene la predisposición ni la más mínima intención de, antes de emitir su voto, conocerlas y analizarlas comparativamente con las presentadas por los diversos partidos políticos que postulan.
Hasta aquí, de una manera general, los factores externos que no han contribuido a que el transcurrir del tiempo haya permitido que se mejore o, por lo menos, se mantenga la calidad de las personas que han asumido función pública. En consecuencia, la voluntad ciudadana, expresada a través del voto, no ha sido suficientemente bien usada por la ciudadanía, dando lugar a que nuestra democracia siga sin desarrollarse positivamente y continúe siendo una “democracia constitucional” (que está únicamente en el papel).
Para no quedarnos únicamente con el análisis y diagnóstico de nuestro panorama desolador, esta realidad nos permite identificar dónde está el problema del porqué hemos llegado a este nivel de inestabilidad política y, por lo tanto, es necesario insistir en que el desarrollo de la educación política es un elemento básico para que el ciudadano peruano actúe con mayor criterio y responsabilidad al momento de sufragar. Pues, si la voluntad del elector se expresa a través del voto, es necesario asegurarnos de que lo haga orientando su accionar a la búsqueda del interés general.
Al respecto, es necesario que, en lugar de continuar modificando normas electorales que posibiliten satisfacer aspiraciones personales y/o partidarias de los “políticos de profesión”, de una vez, se inicie con responsabilidad un agresivo trabajo para mejorar la cultura política del pueblo peruano. Capaz los de esta generación no podremos ver sus resultados, pero con toda seguridad las venideras nos lo agradecerán, por haber hecho algo a fin de hacer útil la democracia representativa, hoy desnaturalizada.
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