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Depender en 80% de granos y petróleo extranjero perjudica al Perú

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Fecha Publicación: 12/07/2025 - 22:00
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La guerra entre Rusia y Ucrania, iniciada hace tres años, se desarrolla a más de 11,000 kilómetros del Perú. Sin embargo, sus efectos se sintieron casi de inmediato en nuestro país. Este conflicto armado ha demostrado, una vez más, que en un mundo interconectado y globalizado ninguna nación está realmente aislada. La economía peruana, altamente dependiente de las importaciones de combustibles y granos —alrededor del 80% en ambos casos—, experimentó un incremento drástico en los precios de estos productos desde los primeros meses de la guerra.
Los combustibles son la columna vertebral de toda la cadena productiva. Cuando sube el precio del petróleo, aumenta automáticamente el costo del transporte, lo que eleva los precios de casi todos los bienes y servicios. Así, un conflicto en Europa del Este termina encareciendo el pan en Lima o el costo del flete de productos agrícolas desde la costa hacia la sierra peruana. Por su parte, el alza en los granos no solo golpea directamente la canasta básica familiar, sino que también incrementa los costos de la ganadería y la avicultura, pues buena parte del maíz y la soya importados se destinan a alimentar a pollos, cerdos y ganado. Esto se traduce en precios más altos para el pollo, la leche, el queso y otros derivados.
Todo esto ocurre en un contexto global caracterizado por una creciente multipolaridad. Bloques como los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, a los que recientemente se sumaron países como Egipto y Etiopía) reclaman un mayor protagonismo. Este grupo concentra aproximadamente el 40% del PIB mundial y busca posicionarse como un contrapeso económico y político frente a Occidente. Su presión para reformar el Fondo Monetario Internacional —cuestionando el sistema de cuotas que otorga mayor poder de decisión a ciertos países— es un reflejo de cómo las viejas estructuras internacionales no terminan de adaptarse a las nuevas realidades del crecimiento global.
La capacidad de Rusia de sostener una economía de guerra a pesar de las sanciones de Estados Unidos y la Unión Europea se explica, en parte, por el respaldo o la neutralidad táctica de estos grandes mercados emergentes. Esto ha prolongado el conflicto y extendido sus impactos económicos, incluido el encarecimiento de la energía en Europa. Países como Eslovaquia han bloqueado nuevas sanciones contra Rusia por temor a que la escasez de petróleo y gas termine afectando gravemente a sus ciudadanos. Incluso Estados Unidos ha mostrado cierto relajamiento en su presión, priorizando mantener el suministro energético global estable y evitar una recesión profunda.
Pero no hay que sorprendernos demasiado: la historia demuestra que imperios, alianzas y hegemonías cambian con el tiempo, y con ello también se alteran los flujos de comercio y las cadenas de suministro. Para el Perú, esto representa una vulnerabilidad estructural. Cuando se depende en un 80% de importaciones para algo tan esencial como los combustibles y los alimentos básicos, cualquier problema en el escenario internacional puede traducirse en inflación local, con especial impacto en los más pobres.
Sin embargo, el panorama no es solo de riesgos; también abre oportunidades. El descubrimiento de importantes reservas de petróleo y gas en el litoral peruano debería motivar políticas claras para su exploración y explotación responsable, apuntando a reducir nuestra dependencia externa. Estas reservas deberían destinarse exclusivamente a la moderna refinería de Talara, capaz de producir hidrocarburos de alta calidad y menor impacto ambiental que los que actualmente se producen, considerando que unos 10 mil peruanos mueren al año por polución, particularmente de autos. Además, se cuenta mercado asegurado en Ecuador y Colombia, países que carecen de refinerías similares.
Por el lado alimentario, los granos andinos como la quinua, la kiwicha o la cañihua son alternativas nutritivas y cada vez más apreciadas globalmente. Fomentar su cultivo masivo no solo fortalecería la seguridad alimentaria interna, sino que también podría consolidar nichos de exportación de alto valor.
Además, la actual coyuntura internacional pone en evidencia la necesidad de acelerar el salto hacia una agricultura moderna y resiliente. Tecnologías como la hidroponía, la agricultura vertical, la siembra con drones y el uso de inteligencia artificial para gestionar cultivos pueden permitirnos producir más con menos agua y suelo, enfrentando así tanto la volatilidad internacional como los desafíos locales del cambio climático.
Perú es un país que, a pesar de las alternativas que tiene, depende casi totalmente del exterior para alimentarse y movilizarse, lo que lo convierte en un país vulnerable, cuyo desarrollo social y económico puede verse comprometido ante cualquier nuevo conflicto o ante un endurecimiento de los precios por parte de grandes potencias.

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