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Desde los andes: Apuyaya Jesucristo!

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Fecha Publicación: 19/04/2019 - 21:10
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Vestidas en estricto luto, donde resaltan, en sus bien cuidadas trenzas, sus brillosas canas como hilos de plata, desde hace años están ahí, sentadas en un rincón, cubriendo su dolor con sus anchas polleras, lejos de los fríos asientos  ocupado por inquietos visitantes, la mayoría de ellos jóvenes que no entienden nuestro canto, foráneo para ellos.  Apenas se oye lo que cantan, entonan una canción, en un idioma extraño para nuestros visitantes a quienes no les llama la atención.   “Apuyaya Jesucristo/qispichiqniy Diosnillay/rikraykita mastarispam/hampuy churiy niwachcanki” (Poderoso Jesucristo/Dios que me hiciste hombre/Abriendo tus brazos me dices/ven hijo mío).  Son nuestras madres con las voces apagadas, vestidas de María, que lloran  por su condenado hijo; son nuestras hermanas, vestidas de Magdalena, siguiendo a Jesús hasta su crucifixión y negada por sus propios hermanos.

El camino del sufrimiento es extenso. Es viernes, día convertido en noche con interminables horas, con minutos agrios; es viernes, cuando los cirios buscan en las temblorosas manos de  nuestras sufrientes madres un espacio para también derramar sus lágrimas.  Sin embargo, en las plazas,  delante de nuestras iglesias,  nuestros visitantes han tachado del calendario nuestros días de guarda e intentan apoderarse de los cirios de nuestros templos para convertirlos en fuegos artificiales.  “Ama taytay chiqniwaychu/Ama taytay piñakuychu/Huchaymanta waqaspaymi/Chakikiman chayamuni” (No me odies, Padre mío/Ni me tengas cólera, Señor/Arrepentido y lloroso por mis pecados/Hacia tus pies llego y me postro). Nosotros seguimos cantando. Este himno fue escrito por el sacerdote franciscano Fray Luis Jerónimo de Oré (nacido en Huamanga en 1554). Desde entonces lo cantamos para apaciguar el dolor y sufrimiento de Jesús y para mitigar nuestro propio sufrimiento. Transmitimos a nuestros hijos  para conservarlo e invitamos a respetarlo.

Mañana será un nuevo día, cambiaremos el luto y compartiremos nuestra alegría con ustedes, nuestros huéspedes, celebrando la victoria frente a la oscuridad y la muerte.  Para su próxima visita serán nuevamente bienvenidos.  Las puertas de nuestros hogares y de nuestras iglesias estarán abiertas, siempre habrá una silla para ustedes alrededor de nuestras mesas.

¡Felices Pascuas Perú!