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Después de la tempestad… el refuerzo del barco
El azúcar está dispuesta en la mesa, en espera de endulzar el café de los comensales. Mientras tanto, evoca el largo proceso que padeció para llegar a su estado actual. De la zafra a la refinación, pasando por el corte de caña, la molienda, el calentamiento, la clarificación, la filtración, la evaporación, la cristalización, el evaporado y el secado. De pronto, sus recuerdos se disiparon: una cucharita, en su afán de acopiar terrones, alteró el orden y la armonía que hasta ese momento reinaba en el azucarero.
Hace varios lustros, en medio de un crecimiento económico significativo, por paradójico que suene, una sutil, pero densa red paulatinamente envolvió, sino a todo, a una gran parte del país. Mientras los peruanos usufructuaban los beneficios, los escarceos y los ensueños futuros que ofrece un país con oportunidades de desarrollo; otro grupo avivaba la ideología que solventó a sendero luminoso. De la periferia al centro, encendieron las contradicciones, la división y la lucha de clases. El neomarxismo gramsciano, una forma más refinada de mantener la dialéctica y minar la cultura, se apoderó de las instituciones tutelares, de la academia y de los medios de comunicación. Sin embargo, el Perú se sintió abruptamente jalonado por esa red “ideológica” cuando se hicieron con el primer poder del Estado. El país primero se sorprendió, luego perdió estabilidad, hasta que finalmente reaccionó con acierto.
El Perú es otro, debo decir. La ideología marxista ha dejado su impronta; no solo entre las personas con menos recursos, también entre las clases acomodadas, quienes se rigen por el ritmo de las palpitaciones del corazón, por los likes recibidos y, por las delicatessen que seducen el paladar y maridan con la emoción.
Reconocer y aceptar la existencia y presencia, en la sociedad peruana del socialismo XXI es una respuesta esencial. Con la aceptación se concatenan las alternativas y las estrategias que se enmarcan en la democracia, el pluralismo, la constitución y el estado de derecho. En segundo lugar, vale la pena recuperar los valores de la peruanidad, de nuestra riqueza geográfica e histórica y por formar parte de la cultura occidental- cristiana. Pero no solamente recuperar, sino estudiar y conocer para valorar y con orgullo comunicar para unir y dar sentido de identidad a todos los peruanos. ¿Qué más hacer para librar esta batalla? Izar la bandera peruana y la peruanidad en todas las escuelas públicas, en señal de conquista. Año tras año, la educación de nuestros niños ha estado en manos de ideologías y operadores dizque docentes –no pocas veces con el beneplácito del Minedu– los adoctrinaban… con los impuestos de los contribuyentes. ¡Todo un despropósito!
Clave es el exilio permanente de la mediocridad, de la criollada… El trabajo bien hecho permite dar al otro lo que le es debido. ¡Cuántos servicios públicos ofenden, por la precariedad en la atención a nuestros compatriotas! La eficiencia en el servicio público impide el ingreso de los populismos y progresismos.