«Destruid este templo, y en tres días lo levantaré»
Queridos hermanos:
Hoy celebramos el III Domingo del Tiempo de Cuaresma, un período crucial en la Iglesia que nos conduce hacia la Pascua de resurrección. En la primera lectura, tomada del libro del Éxodo, escuchamos las palabras del Señor el liberador del pueblo. Nos invita a no tener ídolos, a reconocerlo como el único Señor, y a honrar el sábado, un día de descanso y celebración. Estos mandamientos son fundamentales para establecer una relación auténtica con Dios.
El Salmo 118 nos invita a reconocer la perfección y la alegría que provienen de la ley del Señor. Esta ley es más preciosa que cualquier riqueza material y más dulce que la miel. Instruye a los ignorantes y llena de alegría los corazones que la reciben. La base fundamental de la familia es la instrucción en la ley de Dios, que nos lleva a experimentar una verdadera riqueza espiritual.
En la segunda lectura, extraída de la carta de San Pablo a los Corintios, se destaca la paradoja del cristianismo. Mientras los judíos buscan signos y los griegos razones, los cristianos encuentran su fuerza y sabiduría en la cruz de Cristo. Esta sabiduría divina nos impulsa a amar incluso a nuestros enemigos, y su aparente necedad es más sabia que la sabiduría humana.
En el Evangelio de Juan, Jesús se enfrenta a la corrupción en el templo. Al expulsar a los vendedores y cambiadores de dinero, nos muestra que la verdadera religión no debe convertirse en un mercado. Jesús profetiza sobre la destrucción de su propio cuerpo y su resurrección en tres días, refiriéndose al templo de su cuerpo. Esto señala la nueva alianza que establece y el templo espiritual que se manifiesta en su resurrección.
Hoy, más que nunca, tenemos la tentación de convertir la religión en un mercado, de caer en la idolatría y la explotación. La respuesta de Jesús es clara: su cuerpo es el verdadero templo, y en él encontramos la redención y la destrucción de la idolatría. Que esta Palabra nos ayude a destruir las idolatrías que existen en nuestros corazones y a celebrar la Pascua de la resurrección con un espíritu renovado.
Que la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, esté con todos vosotros y os guíe en la transmisión de su amor a vuestros seres queridos. Amén.
Mons. José Luis del Palacio, Obispo E. del Callao
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