Di nada
Un presidente de la República, más que exponer listas de resultados o cifras gigantescas, tiene en el mensaje a la nación la oportunidad de compartir una visión, de señalar un camino que motive a los nacionales a seguirlo. En tal sentido, además de un balance necesario, siempre lo más importante estará en el porvenir, donde se afiance la esperanza.
El balance de lo hecho debe indicar dónde estamos y, por sobre todo, a dónde queremos ir; es decir, una visión mínima de objetivos nacionales que, por el nivel estratégico, corresponde hacerla al presidente de la República. Es curioso que en los últimos 15 años nos acostumbraron a oír largos discursos con listas de obras, muchas de ellas incompletas o hasta inexistentes, pero muy poco de lo esencial.
Los orientales suelen decir que se debe dedicar un segundo para el pasado, un minuto para el presente y todo lo demás para el futuro. Según esta perspectiva, todo es futuro. Y, en efecto, cuando usted leyó el título de este artículo, ya es tiempo pasado y, al terminar de leer esta línea, también lo es; el presente es efímero, luego la vida es futuro, y por ello la importancia de que los líderes de cualquier nivel siempre apunten al futuro. A eso le llamamos visión estratégica, que en un tablero de ajedrez significa pensar en varias jugadas adelante y no quedarse en un cuadrado ni en el corto horizonte del peón.
El año 2026 debe ser la gran oportunidad para que el Perú recupere la visión estratégica y se sienten las bases para los próximos cincuenta años, a partir de dos pilares fundamentales: seguridad y desarrollo, que hoy hay que rescatar del crimen organizado transnacional y de las economías ilegales que pretenden usar su poder fáctico para decidir por el Perú.
Existen temas estratégicos que deben constituir verdaderos objetivos nacionales y, por lo tanto, en políticas de Estado: el trasvase de aguas que fluyen al Atlántico hacia la sedienta costa, donde paradójicamente vive alrededor del 60 % de la población nacional y, como dice la canción, para no “morir de sed habiendo tanta agua…”.
Urge una verdadera revolución educativa, como lo hizo Corea del Sur, por ejemplo, y por igual en nuestro fallido sistema de salud; tejer verdaderos sistemas de trenes longitudinales y transversales que conecten nuestros pueblos y nos vinculen también a otros países; internet para todos, que fácilmente puede llegar del cielo a cada rincón del país (Starlink); dar el paso decisivo hacia el valor agregado en pesca y minería, principalmente. Ni qué decir de una auténtica revolución agraria que multiplique nuestras hectáreas de cultivo, de la mano de la precisa tecnología disponible en el mundo.
Rescato el deslinde de la señora Boluarte con el Foro de Sao Paulo, sus títeres y todas esas modalidades bárbaras que terminan anulando las libertades y sometiendo al ser humano a los designios de iluminados perpetuos que no son otra cosa que delincuentes avezados de la política. Si este hubiese sido al inicio de su gestión, las inversiones extranjeras directas habrían crecido y tendríamos menos desempleo. Hoy es lo que tenemos. Miremos al futuro y pensemos en grande.
P. D. Ver desfilar a nuestros héroes mutilados nos recuerda cuánto costó conquistar la democracia. Que esta no caiga en manos improvisadas, peor aún en extremistas que la usen para convertir al Perú en Venezuela.
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