Digitalización electoral y desinformación para el 2026

Hace unas semanas, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) reunió a especialistas en procesos electorales y a representantes de políticas públicas de las principales redes sociales en Perú para analizar el escenario electoral que enfrentaremos en 2026.
Las campañas en todo el mundo han evidenciado un creciente uso de plataformas digitales como vehículos de información y posicionamiento político. Incluso antes de la pandemia, los procesos electorales enfrentaban amenazas como ciberataques, hackeos, robo de datos, sabotaje de hardware, suplantación de identidad, robo de cuentas bancarias y la propagación de “fake news”. La pandemia aceleró aún más la digitalización, generando una virtualización masiva de la vida pública y amplificando estas amenazas.
El fenómeno de las noticias falsas, en particular, se expandió con fuerza, influyendo en temas tan delicados como la vacunación, la confianza en organismos internacionales como la OMS y la difusión de tratamientos sin evidencia científica.
Durante el evento del PNUD, los representantes de las instituciones electorales peruanas admitieron que, si bien se prepararon para el entorno virtual, la magnitud de la desinformación los sobrepasó en varios frentes, obligándolos a adoptar principalmente estrategias reactivas. Esta situación demostró que el daño causado por la desinformación siempre es más profundo y difícil de revertir, alimentando la polarización política.
Por su parte, los representantes de las redes sociales explicaron sus avances en políticas públicas para contribuir con la gobernabilidad: validación de información, restricciones a la publicidad política y mecanismos de denuncia de contenidos tendenciosos. Subrayaron también que, si bien defienden la libertad de expresión, tienen protocolos para retirar publicaciones dañinas o que promuevan violencia o desinformación grave.
A pesar de estos esfuerzos, la respuesta sigue siendo mayoritariamente reactiva. La verdadera prevención, coincidieron varios expertos, pasa por la alfabetización mediática: formar ciudadanos capaces de discernir entre información verificada y propaganda encubierta o contenido tendencioso.
La desinformación no es una estrategia nueva en la historia política, pero las plataformas digitales han multiplicado su alcance y sofisticación. Casos recientes, como la anulación de elecciones en Rumanía tras descubrirse una campaña de manipulación masiva orquestada por agentes extranjeros —que involucró la creación de miles de bots y el uso de influencers en TikTok sin transparencia publicitaria—, muestran hasta dónde puede escalar el problema.
En el Perú, el contexto actual agrava estos riesgos: polarización extrema, debilitamiento de las instituciones democráticas, conflicto entre poderes del Estado y desgaste de la confianza ciudadana. Esta fragilidad puede ser explotada por actores internos o externos para generar escenarios de desestabilización o violencia.
En las elecciones de 2021, las noticias falsas saturaron las redes sociales. La difusión de información tendenciosa sobre la cancelación del proceso electoral debido a la pandemia, alteraciones en los padrones de votantes, acusaciones de parcialización de los organismos electorales y noticias sobre actos de violencia, entre otros incidentes, contribuyó al clima de polarización y al posterior rechazo a los resultados electorales; una respuesta que se habría producido independientemente del desenlace.
La propaganda o información tendenciosa disfrazada de opinión o de contenido neutro será una realidad ineludible en el próximo proceso electoral. Frente a ello, urge una estrategia nacional de alfabetización mediática y digital, que permita a la ciudadanía protegerse de las campañas de manipulación.
Fomentar una visión crítica en los votantes no es solo deseable, es una necesidad imperativa para salvaguardar la democracia en un escenario cada vez más digitalizado y vulnerable.
El tiempo corre: queda menos de un año para actuar.

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