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Dina necesita ubicaína (I)

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Fecha Publicación: 01/04/2024 - 22:40
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En diversas oportunidades, de manera escrita y oral, he resaltado que la Sra. Dina Boluarte, hoy en el cargo de presidente de la República, fue personaje protagónico en la tragicomedia que significó el acceso al poder del grupo antisistema, de extrema izquierda, auspiciado por el partido Perú Libre. Nunca debió admitirse la candidatura de Boluarte como segunda vicepresidenta de la República por impedirlo así ley expresa dada su condición de funcionaria de un órgano del Sistema Electoral (RENIEC), razón que sin embargo, sí impidió su candidatura congresal. Mantenerla a como de lugar en la plancha presidencial de P. Castillo, fue un recurso tramposo para evitar que caiga esa plancha, que ya había perdido al candidato a la primera vicepresidencia, el condenado V. Cerrón. Esta es una de las muchas razones que sustentan calificar como irregular –y hasta de fraudulento– el proceso electoral 2021.

Agradecí a la Vida que el mismo P. Castillo se hubiera excluido del andamiaje de poder, con su torpe golpe del 07 de diciembre de 2022, perpetrado al sentirse acorralado por evidencias de gran corrupción, personal y familiar, vinculada a su gestión. Pero no olvido que la Sra. Boluarte fue ministra de Castillo, lo reemplazó en el despacho presidencial y días antes del golpe amenazaba airada con renunciar si su socio era apartado del cargo.
Pese a todo lo señalado, aprobé que Boluarte, formal vicepresidenta de la República, cambiara de actitud y optara por suceder en el cargo a Castillo, acatando la previsión constitucional de sucesión presidencial, que busca evitar la incertidumbre que significa, inevitablemente, la elección de autoridades del Poder Ejecutivo, que es el que gobierna el país. Considero, además, que ya es hora que los electores entiendan que eligen autoridades nacionales por cinco años y asuman las consecuencias de su voto.

Considerar que el gobierno de Boluarte debería permanecer hasta julio de 2026 y esperar que ella entendiera la trascendencia de su nueva posición y la honrara en bien del país, no significa sin embargo, estar dispuestos, como parecen algunos estarlo, a ponerse una venda en los ojos y fingir que no se advierten gruesos errores y hasta desviaciones de carácter legal y ético en su comportamiento como la funcionaria de mayor jerarquía del país.
Lamentable que Boluarte no entienda que no es personal, ni debido a su condición de mujer, ni que deba reclamar la “solidaridad” (complicidad) del gabinete ministerial, cuando se le exige sustentar, sin demora, el origen de las prendas suntuosas –joyas– con que se adorna en sus actividades oficiales.

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