Dios: “¡Quiero habitar en tu tienda!”
Queridos hermanos estamos en el Domingo XVI del tiempo ordinario. Hoy la Palabra de Dios nos dice en la primera lectura del Génesis que Dios se le aparece a Abraham, y en este pasaje nos muestra a Dios cercano al hombre. “Apareciósele Yahveh en la encina de Mambré estando él sentado a la puerta de su tienda en lo más caluroso del día. Levantó los ojos y he aquí que había tres individuos parados a sur vera. Como los vio acudió desde la puerta de la tienda a recibirlos, y se postró en tierra, y dijo: Señor mío, si te he caído en gracia, ea, no pases de largo cerca de tu servidor”, dijo Abraham. Es importante esta figura de los tres individuos, que no es más que el signo de la trinidad, y es Abraham quien experimenta esta cercanía de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Por su parte Abraham en medio de ese gran acontecimiento hace todo lo posible para acogerlos, prepara todo como signo de hospitalidad. “Ea, que traigan un poco de agua y lavaos los pies y recostaos bajo este árbol, que yo iré a traer un bocado de pan, y repondréis fuerzas. Luego pasaréis adelante, que para eso habéis acertado a pasar a la vera de este servidor vuestro. Dijeron ellos: Hazlo como has dicho. Abraham se dirigió presuroso a la tienda, a donde Sara, y le dijo: Apresta tres arrobas de harina de sémola, amasa y haz unas tortas”. Hermanos, cuando Dios llega a la vida del hombre, y el hombre le abre el corazón, Dios habita en su casa, así como sucedió con Abraham. Continúa la lectura y se suscita la profecía en la Sara, la mujer de Abraham. “dijéronle: ¿Dónde está tu mujer Sara? Ahí, en la tienda, contestó. Dijo entonces aquél: Volveré sin falta a ti pasado el tiempo de un embarazo, y para entonces tu mujer Sara tendrá un hijo”. En el salmo responsorial responderemos “Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda? La única forma de hospedarse en la tienda del Señor es viviendo el Evangelio, viviendo honradamente, practicando la misericordia y justicia. No calumnia con su lengua...”.
Calumniar es asesinar las honras de las personas. Hoy en nuestra sociedad hablamos con tanta ligereza, juzgamos al otro, al del costado y vamos matando. En la segunda lectura habla san Pablo a los Colosenses de la misión de los apóstoles “Hermanos: Ahora me alegro de mis sufrimientos por vosotros: así completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, en favor de su cuerpo que es la Iglesia, de la cual Dios me ha nombrado servidor, conforme al encargo que me ha sido encomendado en orden a vosotros: llevar a plenitud la palabra de Dios, el misterio escondido desde siglos y generaciones y revelado ahora a sus santos, a quienes Dios ha querido dar a conocer cuál es la riqueza de la gloria de este misterio entre los gentiles, que es Cristo en vosotros, la esperanza de la gloria”. Finalmente, el Evangelio de san Lucas nos habla de Marta y María. “En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Esta tenía una hermana llamada María, que, sentada junto a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Marta, en cambio, andaba muy afanada con los muchos servicios; hasta que, acercándose, dijo: Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Dile que me eche una mano. Respondiendo, le dijo el Señor: Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria. María, pues, ha escogido la parte mejor, y no le será quitada”.
Aquí Jesús nos da una lección, en donde nos muestra que lo más importante, en medio de los afanes de la vida, es la escucha. Es a través de la escucha que Dios abre nuestro oído. Dios nos viene hablando diariamente a través de las personas, acontecimientos, tu historia misma y no logramos escucharlo, porque no dejamos que habite en nosotros. Dejemos de vivir sordos y ciegos de corazón. Dios hoy viene con fuerza a consolarte a decirte “¡quiero habitar en tu tienda!”.
Los invito a buscar un tiempo para estar a solas con Dios, visiten el Santísimo, arrodíllense ante Dios y abran su corazón frente a él. Que no juzga, simplemente quiere habitar en ti, ayudarte, a darle sentido a tu vida, a que vivas una felicidad plena. Aléjate un tiempo del hacer, del afán de la vida misma que te distrae. Tomate un espacio de silencio y escucha. Ánimo, Dios, nuestro padre siempre está con los brazos abiertos esperándonos.
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