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Fecha Publicación: 24/07/2025 - 21:40
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Hace unos días, con rebosante optimismo, el Ministro de Economía comentaba sobre el desempeño positivo de la economía peruana, con una baja inflación y el aumento del consumo. Todo ello es cierto, pero ninguno de estos logros es hechura del Ministro o del Gobierno, la baja inflación el resultado de la firme política monetaria del BCR liderado por Julio Velarde, y el aumento del consumo viene del sector privado que por un lado está acelerando la inversión privada que ha llegado a 8.8% del PBI después de años de caídas, y el consumo de las personas estimulado por la baja inflación, el excelente desempeño de las exportaciones y el superávit comercial, y la creación de nuevos empleos con el consiguiente aumento de los ingresos reales de las personas.
Mientras, el gobierno está en modo “piloto automático”, sin hacer reformas para promover el crecimiento de la economía. Dejaron de lado el “shock desburocratizador” anunciado por el Ministro de Economía, manteniendo incólume el estado burocrático, sobre regulador que obstruye la inversión. No se ha aprovechado y el enorme impulso que tiene el país con los altos precios de exportación, el enorme superávit comercial externo cercano a los US$30 mil millones, con términos de intercambio históricamente favorables, para estimular el crecimiento de la economía peruana. Con estos elementos positivos, el Perú podría estar creciendo a 6 o 7% anual, pero el gobierno se contenta con 3% que poco reduce pobreza ni genera más bienestar. A pesar de este entorno favorable el gobierno se ha empeñado en aumentar el gasto público de modo Keynesiano, que es innecesario en el entorno económico que estamos viviendo.
En vez de converger hacia un déficit fiscal menor con los buenos ingresos que tiene el Tesoro Público, el gobierno aumentó la meta del déficit fiscal de 2.2% del PBI a 2.8%, dando una pésima señal y generando la alerta del Consejo Fiscal sobre la sostenibilidad del déficit del sector público. Más recientemente se estrena con un crédito suplementario de S/642millones para transferencias a gobiernos regionales y locales para gastos descontrolados y probablemente corruptos, y S/437millones para PetroPerú, ese barril sin fondo, en solo un mes. Siendo así es muy probable que el déficit fiscal supere el 3% del PBI en el 2025.
Los ciudadanos de a pie no sentimos el déficit fiscal como podemos sentir la inflación cuando vamos de compras al mercado, o el desempleo cuando buscamos un trabajo para mejorar nuestros ingresos. El déficit presupuestal es una enfermedad silenciosa como el cáncer, que avanza en sus inicios sin sentirlo y después hace crisis obligando a medidas drásticas, que en el caso del desbalance presupuestal se traduce en duras reducciones de gasto público y alza de impuestos para equilibrarlo. Tenemos déficits fiscales continuos desde el 2013, que lo han vuelto un problema estructural y que además se eslabona con la economía en general con diversos efectos que ya estamos empezando a sentir. A continuación, algunos de sus efectos ya visibles:

- El déficit es inflacionario y dificulta el manejo de la inflación del BCR.
- Eleva la demanda agregada (Keynes) alimentando la inflación.
- La demanda de recursos por el Estado eleva las tasas de interés generales en el mercado.
- Hay un efecto de desplazamiento (crowding out) de recursos financieros del sector privado productivo hacia el estado improductivo.
- Afecta el grado de inversión del Perú aumentando las tasas de interés de la deuda pública.
- Alimenta el gasto público ineficiente y burocrático
- El financiamiento del déficit aumenta la deuda pública restringiendo recursos para gasto social y obra pública. Del 2011 a la fecha la deuda publica ha aumentado del 18% del PBI al 33% o más.
- Genera incertidumbre y desconfianza en la inversión privada, ante una eventual crisis financiera y posibles aumentos de impuestos.
El Ministro de Economía debe de tomar conciencia que es indispensable reducir el ritmo de aumento de gasto público volviendo a converger al déficit previsto de 2.2% del PBI para el 2025 y las reducciones de déficits previstas en adelante, y mejorar la eficiencia en el gasto, y fortaleciendo la recaudación a todo nivel, particularmente en las actividades como la minería informal. En un año electoral, no se debe de priorizar el gasto político y los acuerdos de gasto con el Congreso, sobre el manejo técnico que demanda el pueblo.
El Congreso, si le queda algo de responsabilidad, debe tomar nota de esto, especialmente aquellos que buscan ser gobierno y no quieren enfrentar un gran ajuste fiscal por la irresponsabilidad del actual gobierno y el Congreso saliente. Los gremios privados deben ser firmes y levantar la alerta ante el gobierno pues el descalabro fiscal, como los tantos que hemos vivido antes, solo termina en subida de impuestos y un golpe a la actividad productiva.

Por Ismael Benavides

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