Donde nada el pájaro y vuela el pez
Estados Unidos empezó a perder fuelle en Latinoamérica, fundamentalmente durante los gobiernos presididos por Barack Obama, la primera gestión de Donald Trump y la de Joe Biden. El otrora patio trasero estadounidense se convirtió en zona olvidada. Peor aún, en un área repudiada por la todavía primera potencia mundial. El desdén con el que se nos trató -y se nos sigue tratando- sigue siendo no solo indecoroso, sino despectivo. Un trato realmente repudiable. En la práctica, fuimos ignorados para todo efecto por Washington. Fundamentalmente, se utilizaban los presupuestos de USAID para las ONG, entes que, sin la menor duda, han sido y siguen siendo culpables de que América Latina sea ahora un territorio comanche, donde manda el comunismo. Realidad, por cierto, no combatida ni neutralizada por Washington. Tal vez incluso alentada por el establishment de aquella nación. Hoy, sin embargo, Estados Unidos se rasga las vestiduras reclamando porque China tiene una presencia cada vez más preponderante en nuestro país.
Pero ese no es el único caso. A partir del regreso a la Casa Blanca del presidente Donald Trump, el mismo reclamo se extiende a toda Latinoamérica. En parte, a ello se debe que, como dijimos en un reciente comentario, hoy existan no menos de siete presidentes comunistas gobernando países como Colombia, Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Chile y México, este último vecino del Tío Sam. Aquello no es otra cosa que el resultado del abandono, la ignorancia y el desdén llevado al extremo por Estados Unidos respecto a estos países que, en conjunto, abarcan la mayor extensión territorial en el continente americano y que, por sobre todo, durante décadas han mantenido una inquebrantable lealtad al aún líder del mundo. Esta conducta de la diplomacia norteamericana, desarrollada desde finales del siglo pasado, colocó como paria apestoso al Perú porque, precisamente, las ONG -financiadas por USAID- decidieron que Fujimori era tirano y nos condenaron a la hoguera de la infame CIDH -manejada por la OEA, cuya sede está en Washington DC- para, finalmente, imponer el comunismo en nuestro país, tarea que desembocó con el triunfo espurio de Pedro Castillo, facilitado por el ahora expresidente del JNE Salas Arenas, conocido comunista y defensor de terroristas. Intolerable inconducta del país líder de Occidente, lo que sería un argumento más que suficiente para celebrar su pérdida de liderazgo en esta parte del mundo. Sin embargo, Perú sigue guardándole simpatía, porque la mayoría de los peruanos repudia toda clase de teorías totalitarias.
No obstante, consideramos que Estados Unidos necesita hacer un mea culpa ante el Perú, antes de seguir desprestigiándonos porque -por su culpa- China se ha convertido en un competidor sumamente astuto en cuanto a inversiones -inclusive estratégicas, como el caso del puerto de Chancay- y aspira a ser el mayor socio comercial de nuestro país. Pónganse las pilas, caballeros del Departamento de Estado, y retornen a la realidad dejando atrás su arrogancia. Trátennos como socios comerciales, antes que como su patio trasero. Tengan en cuenta la incontenible competencia comercial e ideológica, además de la estrategia geopolítica que China y Rusia vienen desarrollando en Latinoamérica.
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