A dos años de la Primavera Cubana
En plena pandemia de la covid-19, el 11 de julio de 2021, la dictadura cubana con su presidente, Miguel Díaz-Canel, a la cabeza, fue remecida por la que denominé, en ese momento, “Primavera Cubana”, luego, brutal y sistemáticamente reprimida por el régimen de la isla.
La llamé primavera cubana para recordar a la primavera árabe que sacudió Túnez, Libia y el Medio Oriente en 2010, en busca de cambios y que hizo recordar al pueblo cubano la célebre frase de San Juan Pablo II, cuando visitó La Habana en 1998, en que, ante un cuidadoso Fidel Castro, inusualmente vestido con terno -siempre se había expuesto uniformado-, dijo el pontífice: “Que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba”.
Por el creciente número de manifestantes en la capital cubana creímos que ese momento había llegado y comenzaría a hacerse realidad; sin embargo, el gobierno comunista no solo no quiso dar el paso para una Cuba distinta, sino que, a pesar del impacto de la pandemia de la covid-19, que seguía cobrando muertos y contagiados en un país cuya cúpula gobiernista se jactaba de contar las mejores políticas sanitarias del continente pero que no era capaz de brindar a su pueblo medicinas básicas por lo menos para mitigar los enormes estragos del coronavirus, se volvió salvajemente represivo con la gente que salió a las calles en diversas partes del país, para exigir, además, los cambios que la dictadura ha impedido desde que se produjo la revolución castrista en 1959.
Han pasado 64 años desde que le fue arrancada la democracia al pueblo cubano. Desde que tomaron el poder en 1959 y después de que los generales de los tiempos del fugado Fulgencio Batista, que le sirvieran de muñecos para consolidar el asalto de La Habana aquel amanecer del 1 de enero de 1959 -luego se deshicieron de ellos, y pusieron en los puestos claves del aparato del Estado cubano a la maquinaria comunista para controlar el país-, efectivizaron el secuestro del destino del pueblo cubano, dejándolos en el más completo atraso en pleno siglo XXI.
Los Castro sabían que controlando el aparato coactivo del país -lo imitaron Hugo Chávez y luego Nicolás Maduro, en Venezuela, y Daniel Ortega, en Nicaragua-, tenían el plato servido para neutralizar las aspiraciones del pueblo. Todos creyeron que, una vez producida la huida de Batista, Castro y sus compinches devolverían el país a la democracia y, como vemos, no fue así.
Hoy quedan cada vez menos guerrilleros de esos años, y el acólito presidente, Miguel Díaz-Canel, está que se muere de miedo porque su generación y los más jóvenes están hartos de nacer y morir en la pobreza, sin proyecto de nada. En los últimos años la llegada del internet y de los celulares a Cuba ha despertado a sus habitantes, y el momento de la libertad llegará, tarde o temprano.
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