Dos caras del mismo Estado

Con diferencia de unos días, pero ya en medio de los desastres que provoca la temporada de lluvias torrenciales, se entrevistó a dos funcionarios. La primera, fue la responsable de la Autoridad de Reconstrucción con Cambios creada hace años para resolver o, por lo menos, mitigar la destrucción provocada por el Niño Costero.

La directora, con cara de circunstancia por la nueva catástrofe que se avecinaba -esta vez, agravada por una depresión ciclónica-, señaló que apenas tenía mes y medio de nombrada en el cargo y que el inventario de lo ejecutado en el pasado que ordenó arrojaba que se había descuidado por completo la reparación de la infraestructura de saneamiento, en especial del sistema de drenaje, la protección de las riberas y la descolmatación de los desagües. Poco le faltó para decir que, ante la inminencia del torrente, sólo quedaban los sacos terreros o ponerse a rezar.

El otro funcionario, bastante seguro de sí, fue el presidente ejecutivo del Senamhi, quien habló de los pronósticos anunciados con antelación y debidamente reportados gracias a las cien estaciones meteorológicas instaladas en el país, que advertían del letal aguacero.

En el caso de Lima "donde casi nunca llueve", agregó que tendría para cuando se publiquen estos renglones precipitaciones de 2 a 4 mm, salvo que la naturaleza o el ciclón Yaku -que así se llama el inusual fenómeno- no disponga otra cosa.

Como alguien dijo, la profesión de meteorólogo es la mejor de todas las profesiones, ya que si se equivocan en la predicción la culpa es de la Madre Natura e igual cobran. En fin, no pretendemos cargar contra los servidores públicos de marras ya que la primera soporta la pesada herencia de la desidia estatal, cuando no de la corrupción, y el segundo cumplió burocráticamente con informar a tiempo sobre el mal tiempo y la fatídica incuria gubernamental volvió a ser lo que es para desgracia de los más pobres y necesitados.

Sobre piedras, palos y a la grave crisis institucional (política, social, etc.) que sufre la República, se agrega ahora el recurrente castigo de la naturaleza que, en gran medida, responde a la destructiva mano del hombre aquí y acullá. ¡AMÉN!

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