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Dueños de la verdad

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Fecha Publicación: 18/01/2025 - 20:40
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Antes la verdad se definía por capricho. Algún mandamás podía definir qué era la verdadero simplemente por su mera voluntad. Apelaba a cualquier medio para validarlo. Incluso, era ya una decisión a antojo y designio. Sin embargo, la filosofía, fundamentalmente en sus inicios occidentales en la Grecia clásica, cuestionó ello y más bien señaló que es imprescindible la argumentación, el diálogo. Para ello se presentaron varios métodos: desde el mayéutico hasta el dialéctico. En todos los casos, se buscaba la verdad, claro, con metodologías complejas y de validación a través de evidencias. Pero apelar a la filosófico para ratificar las verdades no era la senda que tomaban generalmente.
Aunque la incorporación de la ciencia como camino para reducir márgenes de interpretación ha sido una característica en los últimos siglos, empero, las conclusiones pueden ser manipuladas. A veces, es una tendencia ideológica marcada que se apropia de la verdad y la convierte en una herramienta política y de descalificación. De ese modo, como parte de su estrategia, igualan la verdad a la moral. Con ello, además de adueñarse de definir qué es lo verdadero, se asumen como moralmente superiores. Y desde esa tribuna, artera y falsamente neutral, deciden las fronteras de lo verdadero y lo falso. Claro, en realidad, es un camuflaje para incorporar su propia visión de las cosas, maniobrar a favor de sus intereses, clamar dramáticamente cuando la realidad indica otra cosa. Son capaces de ajustar la realidad a su antojadiza y fabricada verdad.
Y en esa construcción de su verdad, asumen que todos los demás están equivocados, salvo ellos, claro. A ello le agregan una supuesta condición moral de bondad y aspecto democrático, que la tienen solo ellos, se entiende. Los demás, para estos inefables dueños de la verdad, son deleznables. Y en esa lógica inician cruzadas mediáticas. Lanzan su descarga de desprestigios calculados a quienes no piensan como ellos. Reclaman tolerancias, pero son intolerantes. Invocan, comprensión, pero no comprenden. Alimentados por sus intereses alineados a agendas no explícita e, incluso, ocultamente financiados, inician una andanada de ataques apelando a la justicia o la verdad como sus horizontes. No obstante, si se sigue la ruta del dinero, como indica el viejo adagio cinematográfico, se sabrá qué causas realmente defienden. En pocas palabras, no son los principios que los guían, sino beneficios particulares.
Esto convierte a la búsqueda de la verdad en un campo de batalla, constante, permanente. Quien tiene mejor infraestructura y recursos suele ser el vencedor pírrico. Esas victorias temporales, montadas por maquinarias de elaboración de narrativas coordinadas, montajes producidos premeditadamente, pueden decidir sobre la vida de las personas. Y ese es el principal e inaceptable peligro para una comunidad basada en el respeto.

Por Rubén Quiroz Ávila

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