ÚLTIMA HORA
PUBLICIDAD

Educar no es complacer

Imagen
Fecha Publicación: 06/09/2024 - 21:30
Escucha esta nota

Educar para la complacencia es un estilo que percibe al alumno como ‘cliente’; por tanto, se le debe dar la razón para contentarlo y anticiparse a sus deseos para satisfacerlos. Sin embargo, siendo preciso, diré que esa frase antojadiza no debería aplicarse a la educación. Más que transacción, aquella es una relación. En efecto, la acción educativa se despliega mediante una relación entre dos sujetos (profesor y alumno) y un fundamento que la causa (educar). A su vez, entre ambos no existe un solo tipo de relación. La relación del docente hacia el alumno se especifica en la enseñanza; la relación del alumno hacia el docente se especifica en su condición de aprendiz. Siendo ambos parte de una misma relación, el acto de enseñar es distinto al de aprender, por lo que, para que la relación persista, es el profesor quien debe involucrarse en mantener activo el fundamento que la causa, es decir, el educar.
La actividad del docente no se agota con la exposición de un tema, aunque sea capaz de activar los hábitos intelectuales orientados al aprendizaje. Es importante, pero no es suficiente. Con el arte de la docencia se tiene que remover o mitigar aquellas limitaciones que impiden el aprendizaje personal, por ejemplo: el desgano, la flojera, la falta de comprensión, las distracciones, emociones no controladas, las disrupciones en clase, etc. Ciertamente, su remoción requiere de tiempo, paciencia, motivación y de conocer y tratar al alumno… también, de autoridad para despertar o direccionar su interés y compromiso con el aprendizaje.
Cifrar la educación en dar al alumno lo que quiere o le provoca se convierte en una suerte de círculo vicioso: el engreimiento – hermano menor del egoísmo – al no tener límites en sus demandas, obliga a un continuo refinamiento en los modos de satisfacerlas. De no ‘romperse’ ese círculo, la tendencia resultante será formar futuros ciudadanos miopes: pendientes solo de sus preferencias y con escasas habilidades para la convivencia y la solidaridad.
En el sistema educativo, la complacencia tiene que ser consecuencia de los logros alcanzados, supuesto el despliegue del esfuerzo, tesón, la renuncia de la comodidad, el estudio, el orden, etc. Las capacidades no están distribuidas de modo uniforme; hay quienes comprenden con más facilidad, sin embargo, atender en clase representa abstenerse de charlar con el compañero; de igual modo, hacer una tarea o estudiar supone ‘liberar’ un tiempo, dejando de realizar actividades más placenteras, para destinarlo al cumplimiento de los deberes.
Finalmente, percibir al alumno como ‘cliente’ significa una inversión en la jerarquía de los bienes y criterios, que gradualmente va calando en el educando. Sin duda, el aprender y formarse es claramente un valor superior al de hacer lo que ‘me provoca o me gusta’. El primero queda incorporado en la persona para disponerlo en otro momento, por ejemplo, para aprender asuntos más complicados y densos; el segundo, en cambio, se agota en sí mismo, termina al gozarlo y tiende a ‘oxidar’ las capacidades que, ante una situación que las exige, no acude con la prontitud esperada.

Mira más contenidos siguiéndonos en FacebookXInstagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.