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El abismo

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Fecha Publicación: 19/09/2023 - 22:35
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Si el haiku, según la legendaria tradición japonesa, es un poema muy breve que debe transmitir una sensación tan vívida como profunda, los haikus escritos por Augusto Portocarrero Grados en su libro El Abismo, cumplen esa aspiración milenaria. Acabo de leer el libro y, en verdad, me he asomado al abismo cuyo título lo evoca. La propiedad y concisión de cada poema de tres versos de 5, 7 y 5 silabas, me han puesto frente al abismo de la condición humana, del dolor, de la muerte incrustada en cualquier momento de la vida.

En un pabellón del hospital Loayza, el poeta medita: “Hablo y no oyen/ miran y no me ven/ ¿androides serán?” Nada pasa y todo pasa en la noche de la avenida Alfonso Ugarte: “Cuarto sin luz/llantos rasgan la noche/dolor del alma”. “Ella los llama/aunque están muy lejos/allá en el pasado”. “Cuando oscurece/no son grillos cantando /son almas gimiendo”.

El hexagrama número 29 del I Ching, cuyo nombre es Lo Abismal, al que hace alusión el poeta en la presentación de su libro y que ilustra la carátula, nos grafica el agua avanzando hacia el abismo, sorteando y enfrentando los obstáculos del arduo camino. La marcha es, a veces lenta: “Gota por gota/ el lavabo resuena/ larga la noche”. Pero no sólo el agua: “Un día lento/ hasta la cucaracha/ anda despacio”. Mas la vida sigue: “Mientras pernocto/ el humor de la llaga/ entra en mis sueños”. Sigue: “Pasan las horas/ el dolor enmudece/ en esta sala”. Y sigue: “Aun dormido/sé que en el cuarto sigo/ siento el hedor”.

El recuerdo y la evocación alimentan la esperanza en los momentos críticos y en los grises de cada vida. Por eso el poeta escribe: “Picos nevados/ a lo lejos los veo/ en el recuerdo”. “Mientras duermo/ cielo y tierra se tocan/ sobre los andes”.

¿Quién no quiere salir de los pabellones de los hospitales?: Cierro los ojos/ las paredes se caen/ fugo del cuarto”: Portocarrero espera a la familia, a los amigos. Solo no está: “La mosca vuela/ la araña teje y aguarda/ la visita”. Y en tanto que él espera, “Duerme el rocío/sobre hojas amaneces/ al sol levantan”. El atardecer del Loayza, tenuemente iluminada: “Cielo con nubes/la luna se guarece/ de las miradas”.

Cantar y sufrir no son verbos contrapuestos. Todos los poetas lo saben: “Canto los días/ durante largas noches/ el alba espero”. Nunca como en ese momento, Augusto Portocarrero puede mirar la “sangrienta luna” de Borges y decir: “Cae la noche/ escondido de todos/ puedo mirarte”. De esa mirada nace un haiku: “Cerrar los ojos/ olvidar el camino/ y así, llegar”.

Jorge.alania@gmail.com

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